Javier Orcajada del Castillo

Carrera de obstáculos para aprender euskara

Si los vascos no cuidamos de divulgar el euskara no vamos a ir a pedir ayuda a Madrid. Aquí el castellano es obligatorio saberlo y su aprendizaje cuesta cero. También el euskara es gratuito en la escuela, pero para quien desee aprenderlo de adulto debe tener además de voluntad y amor inquebrantable, medios económicos suficientes. O sea que los que no nacieron euskaldunes les costará aprenderlo y, además, sin ayudas. Es una ironía de mal gusto argumentar que existen becas y apoyos, pues realmente son limosna que humillan a quien las pide. En Israel a todo extranjero que quiere ir a vivir a su país, además de asistir a un curso acelerado de hebreo, cobra un sueldo y su enseñanza y la estancia son gratuitas. El euskara debería de ser considerado para los vascos un bien de primera necesidad equivalente al agua, la energía básica para supervivir o la enseñanza primaria. El euskara es el medio de comunicación natural entre los vascos, por tanto debería ser no sólo gratuito su aprendizaje, sino, como en Israel, motivo de orgullo hablarlo y estudiarlo si se ignora. La carrera de obstáculos nace porque para tener derecho a becas hay que acreditar el aprovechamiento con un certificado del euskaltegi; es decir, no sólo tiene que tener interés, sino también, demostrar que progresa en su aprendizaje, a pesar de su dificultad intrínseca y la capacidad intelectual del alumno. Que un adulto decida después de trabajar, restar tiempo a sus aficiones, esforzarse en acudir al euskategi, hacer etxeko lanak y mantener activa su voluntad de aprenderlo a pesar de su complejidad, si, además, se le obliga a demostrar el progreso de sus conocimientos para recibir una subvención, indica la insensibilidad de quienes controlan el sistema de su enseñanza. Es evidente que el Gobierno Vasco va por la línea de la enseñanza desde la fase infantil, pues tienen más facilidad para aprender y las estadísticas de éxito impactan. Sin embargo, incentivar eficazmente la enseñanza a los adultos a los que les cuesta progresar y el nivel de éxito es muy limitado, constituye una elección poco rentable en términos propagandísticos. Los adultos que aman el euskara tienen que soportar la rigidez de las instituciones y ver que se les escatiman los medios públicos e incluso son víctimas de la mezquindad del presupuesto para cubrir una necesidad tan básica como aprender el idioma propio. Ofende la incomprensión de los que lo administran, muchos de los cuales puede que dominen otros idiomas de gran difusión, pero ignoran el euskara e imponen el máximo rigor para conceder becas. El signo de pertenencia a la nación empieza por conocer y valorar el idioma propio. Los adultos que aprecian el euskara y quieren aprenderlo no se merecen ese trato humillante.

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