Cinco minutos bastan
Cinco minutos. Cinco minutos son más que suficientes para alegrar el día a alguien. Es imposible saber qué es lo que le ocurre a esa persona que está cabizbaja, algo solitaria y más callada de lo normal, o a ese compañero o compañera de clase que feamente se le ha etiquetado como «marginada». Probablemente, sientan que se les cae el mundo encima y que les va a golpear. Y quizás nosotros no podamos evitar el impacto, pero sí que podemos amortiguarlo. ¿Y cómo hacemos esto? Pues de la manera más humana y sencilla que existe: acercándonos a hablar con ellos y distraerlos un rato. No somos conscientes de lo mucho que puede significar un simple «hola». Lo que para nosotros supone un ratito de nuestro día, para esa persona puede suponer un fuerte rayo de luz en su día tan gris. A lo mejor es hora de preocuparnos un poco más por la gente que nos rodea y tener más empatía.