Javier Orcajada del Castillo, Bilbao

Cinismo, crueldad o razón de Estado

La ciudadanía se siente víctima de las contradicciones de los políticos y opta por limitarse a callar y pagar los impuestos. El democrático estado ha divulgado boutades que forman la jerga popular, como el cambio climático o el prestigio de la justicia. El Consejo de Ministros nos acobarda semanalmente con el Apocalipsis. Considera las guerras y los militares fenómenos naturales inevitables a pesar de que provocan muerte y destrucción que, por lo visto, no tienen tanto impacto como el CO₂, el deshielo de los polos o la subida de la temperatura. La guerra en Ucrania, el genocidio en Gaza, El Líbano, Yemen y Siria son asunto de estado que no puede entender la ciudadanía, pero pagamos impuestos para financiarlas, aunque beneficia a unos pocos «iluminados por el espíritu» cuyas virtudes los gobiernos no cesan de difundir como el patriotismo rapaz y la valentía de los civiles que mueren en guerras que solo interesan a los generales, mercaderes de armas y especuladores, dilapidando fondos públicos en Las Mil y Una Noches de Juan Carlos en Dubai, pero ocultando que son fondos sociales a los que eufemísticamente denominan «Defensa» o «Casa Real», cuando son asuntos de «patriotas con fondos en Suiza, militares y políticos del pesebre» para enriquecerse, eludir impuestos o fantasías imperiales. En contraste con la misión de la gleba sumisa que exige equilibrios económicos y ser manipulada por los medios de comunicación, el futbol y los elocuentes discursos de Felipe en Navidad. Pero lo trascendental son los «festivales» que se celebran en el Congreso, Senado y Parlamentos autonómicos: los sueldos y gastos de diputados y la escenificación, que suponen una sangría a las arcas del estado. Allí se reúnen para discutir sobre la mujer de Sánchez, el novio de IDA o ridiculizar a Cuca y Tellado con la retórica de Feijóo por no leer los proyectos de ley antes de votarse. El gobierno acaba de salir trasquilado del laberinto provocado en el CGPJ que ha rehusado renovarse porque sus vocales se han amotinado bloqueando el normal funcionamiento de la justicia, pues ignoran que los poderes del estado tienen que ser independientes y que es el Legislativo el que nombra y separa a los jueces y no a la inversa. Todo ello porque la justicia española es un «cachondeo», Pedro Pacheco dixit.


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