El respeto y la educación es lo menos que se tiene que exigir en las relaciones humanas, sea entre iguales o no. Son unos mínimos que no son negociables, por eso la carencia de estos valores desacredita a los que no los practican, y que en ocasiones justifican su indigno y chulesco comportamiento haciendo mención a su forma normalizada y consentida de ser y estar. Por desgracia esta falta de buen y lógico comportamiento sucede en demasiadas ocasiones, y se agrava cuando van unido a comportamientos machistas y misóginos, como cuando ocurren estos lamentables hechos en ambientes mixtos, ya sean del mundo familiar, social, laboral o incluso sindical, en los que prevalece, aunque no sea muy corriente, la presencia femenina frente a la masculina.