Javier Orcajada del Castillo

Cuando la mala conciencia acusa

El juez francés jubilado François Sureau ha publicado ‘El camino de los muertos’ en el que reflexiona sobre la justicia en general. Relata lo acontecido, 30 años atrás, con un acusado de terrorista que fue condenado. Al salir de cárcel el juez le extraditó a España. El acusado mostró su arrepentimiento pidiendo perdón y rechazando su actuación violenta por la que fue condenado. Afirmó que de ser extraditado, su vida correría serio peligro. No obstante, no aceptó sus argumentos y fue extraditado. Al cabo de un breve tiempo se le encontró muerto de un disparo.

El juez que ordenó su extradición es el autor del libro en el que acusa de cruel al sistema judicial que se limita enjuiciar y sentenciar a seres humanos que delinquen y les ponen en manos de unos jueces que aplican con rigor y frialdad las leyes que dominan e interpretan según sus criterios, pero que no han pasado por el proceso de evaluación de su capacidad y sensibilidad para emitir justicia reparadora y no venganza. Pero su principal alegación es su autoinculpación por su carencia de sensibilidad ante las alegaciones del reo que temía con razón por su vida, aunque su reflexión haya sido 30 años después, sin posibilidad de reparar el daño que piensa que ha causado. Debería ser el libro de cabecera de los jueces españoles que se limitan a aplicar mecánicamente las leyes que elaboran unos expertos en sus despachos sin que apliquen el mínimo humanismo ni consideren que van a ser aplicadas a seres humanos.

En esa cadena de leyes tecnificadas son los jueces quienes sentencian a los acusados sin consideraciones más allá de la precisión literal de la ley a la hora de emitir sentencia. Se limitan a cumplir con su misión de evacuar montañas de casos que se acumulan en los juzgados, siempre con la disculpa para su conciencia de que el sistema es garantista porque los errores pueden ser subsanados en instancias superiores. El autor angustiado y decepcionado reconoce que no fue capaz de hallar el fundamento de la justicia como un bien superior del que se deriva la paz y la felicidad de una sociedad equilibrada, creando el sistema una filosofía de venganza a la que eleva a la categoría de virtud aunque realmente se convierte en un aparato gigantesco de control de la población que protege a los poderosos que temen que las masas les despojen de sus privilegios.

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