Manu Ballesteros

El ciudadano exquisito y acosador

Los abusones del patio o los macarras del barrio buscan por regla general sentirse poderosos y ejercer su sádico, humillante y embrutecido acoso de una forma física o psicológica sin ir más allá.

Sin embargo, existe otro hostigamiento que pasa muchas veces desapercibido, por hacerse de forma legal y «civilizada», cuyo fin último es una golosa retribución económica.

Por ejemplo, se han dado casos que detrás del aparente y escrupuloso cumplimiento de unas normas vecinales, en las que un vecino se queda solo frente a la Comunidad y a un vecino infractor en las formas de ejecutar una actuación, se esconde una maquiavélica y sutil forma de chantaje, ya que sabedor de la necesidad de una unanimidad para dejar de incordiar a dicho convecino, con el que no tiene ninguna animadversión aparente, por algo que el resto de la Comunidad aprecia desproporcionado, se aferra muy sospechosamente a una jurisprudencia que le beneficia a no cambiar su voto de forma «transparente» y pública.

Buscar