Acostumbrados a las argucias de Sánchez para supervivir, son sorprendentes las imágenes de televisión, serio, que sostiene la mirada llena de odio y desconfianza de Netanyahu en una visita que hace el político español en su calidad de presidente rotatorio de la UE. La escena es dramática: Sánchez, sereno, como corresponde al momento y a la misión que cumple como representante de la UE. Sus palabras son leídas pausadamente de una nota escueta, aunque con voluntad de utilizar el comodín de la equidistancia, pues empieza por compartir el dolor del pueblo israelita causado –recalcando– por los terroristas de Hamás, una concesión retórica para equiparar la actuación infernal histórica desde 1948 del Tsahal contra el humillado y dolorido pueblo palestino que una vez más se está materializando en el Apocalipsis actual causando 20.000 muertos, de ellos más del 50% niños, niñas y un sin número de heridos, los hospitales en ruinas como toda la Franja de Gaza, sin agua ni combustible y los supervivientes forzados a trasladarse continuamente sin rumbo. En respuesta a la nota de protesta de Sánchez, Netanyahu ha respondido de malos modos, calificando a los palestinos de animales, peores que los nazis y que no cesarán la masacre hasta que no desaparezcan todos los terroristas No se conoce la respuesta de Sánchez, pero haber logrado la reciente pausa evidencia que la presión de la opinión pública ya resulta insoportable para Netanyahu y quizá obligue a ser destituido y denunciado ante la TPI por crímenes de guerra y genocidio. Allí se encontraría con los criminales de guerra de la antigua Yugoslavia.