Enric Vivanco Fontquerni, Barcelona

El deporte como problema

La industria del deporte se ha convertido en una máquina para devorar y destruir los que ejercen semejantes actividades. Se inician a muy temprana edad y se les inyecta el veneno para ser unos ganadores y todo lo que no sea esto, es una derrota personal sin paliativo. Está en consonancia con el modelo económico liberal de progreso y crecimiento infinito. Forman parte de la estructura político-social-cultural, más aberrante, y el daño que hacen es inmenso. Es una industria podrida al extremo, la corrupción forma parte de su existencia, y la imagen que ofrecen semejantes monstruos dañinos, idiotiza a las masas cerveceras de cabezas huecas. Todas las disciplinas están al regazo de este peligro sin paliativos que está provocando destrozos incalculables. Niñas traumatizadas al ejercer disciplinas que son una pura tortura simplemente para hacer el saltimbanqui más banal, con cintas y aros ridículos. Ahora se potencia el deporte femenino, para aumentar el nicho del negocio, no para conseguir el equilibrio de mente y cuerpo unido, como un todo, sino para destruir al cuerpo y a la mente que potencia las malditas multinacionales. Una vez que se jubilan, un porcentaje altísimo cae en la indigencia y en una vida personal que limita la delincuencia, con una esperanza de vida muy inferior debido a todas las drogas y remedios químicos que han ido tomando. Como trabajadores que son, se ven forzados para ejercer las distintas disciplinas hasta el límite del negocio de los patrocinadores que en realidad son los que mueven los hilos. Mientras hay beneficio hay actividad. Los más destacados son los más preciados por los representantes de los respectivos estados, y les agasajan para poder acercarse a las masas de forma traicionera. Hay corredores de motos, que sus huesos son puro metal, que con tantas caídas su visión es doble, pero siguen destruyéndose como los alcohólicos, ya que es exactamente lo mismo. Si todavía son rentables para estas empresas sin escrúpulos, continúan su carrera. El caso del tenista coleccionista de trofeos parisinos, es el ejemplo paradigmático, al convertirse en el monigote de la monarquía padre-hijo. Este individuo se le olvidó pagar impuestos en su pueblo ya que está por encima de los tontos que sí pagan, en cambio lleva un reloj cuando juega los partidos, valorado en 500 mil euros, que como se puede observar es un anzuelo de la fanfarria capitalista. El tenis, sigue siendo un deporte para mafiosos triunfadores, hace pocos días en un diario francés, se podía leer lo que explicaba una azafata que trabajó para esta competición tan preciada. Y la impresión que tuvo, que todas ellas cumplían el canon de belleza occidental, que su trabajo consistía en sonreír, para que los puteros adinerados se sintiesen a las mil maravillas, y que durante estos días se trasformó en un jarrón de flores. Un objeto miserable para que estos individuos piojosos se sintiesen felices. Todos estos deportistas se han convertido en un peligro existencial, siempre son unos reaccionarios mayúsculos, y van por la vida dando lecciones por muy cojos que estén a la hora de disputar una final trucada.

Atentamente.

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