Enric Vivanco Fontquerni | Barcelona

El mal

Edmund Burke, S.XVIII; dijo: «lo único necesario para que triunfe el mal, es que los hombres buenos no hagan nada». Si trasladamos esta gran idea al lenguaje actual se podría mencionar, que: el triunfo del mal requiere que los humanos no piensen. Las movilizaciones a las pocas horas de conocer una sentencia injusta para la mayoría de mujeres y del resto decente, es de una importancia capital. Si señores, la masa piensa, y no sólo piensa, sino que tiene toda la razón. El mal más extremo, por no decir lo absoluto, ha ido derivando en el devenir histórico, en la antigüedad era el parricidio, que en realidad representaba que no se podía matar al rey, porque el rey, era el padre del país. En nuestros días, el parricidio ha perdido el poder terrorífico, y ha dado paso a la muerte de un infante, que representa la muerte de un inocente, y la pedofilia se considera una aberración en nombre de la libertad de los pequeños. Durante los años 1960, la toma de conciencia y el horror, fue la violación. Por desgracia todavía hay muchos humanos que desconocen lo que escribió Michel de Montaigne, «No busquemos fuera de nosotros nuestro mal, está con nosotros, está plantado en nuestras entrañas». Pregunta: ¿la sentencia hubiese sido idéntica si los sospechosos hubieran sido magrebíes? Pienso que la respuesta es muy sencilla. Cada vez es más cierto que toda una estructura de uno de los poderes del Estado, hay unas grandísimas deficiencias de objetividad y de preparación. El psiquiatra francés Daniel Zagury, parafraseando al sociólogo Gérald Bronner, exclama, «que tiene más miedo a los imbéciles de la barbarie, que a los genios del crimen». El mal casi nunca se comete en nombre del mal, se comete en nombre del bien, ¿no mencionó un individuo durante el juicio que la persona violada se lo pasó mejor que ellos mismos? Zagury, insiste que los delincuentes sexuales, que estas personas no tienen un pensamiento lujurioso, ni tienen una inteligencia ni la voluntad de hacer el mal, son vacíos. Incapaces de pensar. Da el ejemplo de un estrangulador y violador en serie de mujeres, le dijo algo que le ha marcado siempre: «que si yo lo hubiese sabido, yo no lo habría hecho». Es en el vacío de su pensamiento que surge el mal. El profesor de sociología belga Jean-Michel Chaumont, describe que la violación es un arma de guerra para destruir una comunidad, y que las mujeres utilizan estratagemas con su sacrificio, para salvar a los demás y para salir vivas, incluido dando la sensación de placer. Señala el prestigioso sociólogo, que la trampa de la dominación masculina es incrustar en la cabeza de las mujeres, que continúen prefiriendo la muerte, más que practicar con el agresor. Se supone que aparte de superar unas durísimas oposiciones, para ser jueces, tienen tiempo para poder leer cosas útiles.

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