Javier Orcajada del Castillo

El sapo cotidiano de los directivos de medios

Ser actualmente directivo de un medio de comunicación es una aventura sólo apta para kamikazes o por quienes ignoran que moral y ética son palabras que vienen en el diccionario de la RAE. Toda alabanza que reciban siempre será poca y merecida. Su primer ejercicio diario es seleccionar argumentos para defender las políticas del Gobierno que supongan incrementos de impuestos y reducción de servicios públicos dirigidas a la población y aceptándolas convencidos de que mejorarán su calidad de vida. A continuación tienen que aleccionar a sus periodistas más agresivos para que diseñen el castillo fantástico del plan de ataque ideológico y publicitario de las medidas decididas en las alcantarillas de los servicios secretos, policiales e intelectuales que dependen del presupuesto para domar al independentismo catalán. El director del medio debe ser muy cuidadoso porque ya no es posible manipular a la población como en tiempos del Caudillo, y no porque la gente ya no sea dócil, es que los malditos medios sociales de comunicación son una avalancha que arrastra de inmediato cualquier rumor poco elaborado y manipulado convenientemente y provoque efectos no deseados. Para darle contenido cuenta con el Consejo de Redacción que analiza todas las posibles alternativas. Sobre todo, que la redacción del rumor esté bien razonada, pues existe el riego de que lectores y televidentes nacionales sientan que son tratados como deficientes mentales dada la escasa calidad de redacción del montaje informativo al que se le da el tono de «noticia». Más importante aún es la prensa internacional, pues ha descubierto un filón informativo sorprendente por la «alta y objetiva calidad» de la información de este estado “democrático” miembro de la UE. Además es fuente inagotable de «basura» para humoristas que editan tiras cómicas. Sin que falten los que muestran solidaridad con el pueblo llano español porque ha perdido su capacidad crítica votando masivamente al partido en el poder actualmente y cuyo presidente ha tenido que declarar ante un tribunal acusado de corrupción. Realmente digerir el sapo inicialmente es vomitivo, pero si de adoba adecuadamente con buenos sueldos, participación en los círculos restringidos del poder y complementados con fondos reservados para asegurar su continuidad, todo ello constituye una experiencia que tiene poco de periodismo, pero, como dice el cínico: «alguien lo tendrá que hacer».

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