Iulen Lizaso Aldalur | Hernani

El último vals

Nos tienen cercados, comentaba quien expresaba la aparente debilidad por el hecho de que había tantos agentes del orden que personas concentradas.

Ellos siempre estarán ahí como muestra de debilidad de un sistema que ante la más mínima muestra de disidencia quiere acallarla por miedo al sano contagio.

Nunca más de nuestra parte, prensa cercana a la izquierda abertzale que hoy por el interés que ya se sabrá, se alinean con las tesis intelectuales y científico-operativas globales, al igual que partidos y sindicatos de esa izquierda que en su marketing, escenificaban enfrentarse... hoy a cambio de lo que fuere callan.

A los niños se les conoce en el recreo y a los adultos en los momentos de gran tribulación, necesidad de solidaridad y compromiso. Todo es consecuencia de lo que los adultos hemos creado, más por inacción desde nuestra zona de confort que por acción. En la coyuntura actual quienes más solidaridad y compromiso a su favor necesitan, sin duda son los niños y niñas en su entorno escolar, pero, ¿dónde están abuelos y padres? Los adultos «culpables» seguimos en el sofá.

Con unos protocolos que como mínimo, se ceban con la inocencia y el pudor de nuestros niños, se les obliga a bailar con la más fea, cuando la hemos parido los adultos. Expertos silenciados en los medios, aseguran que es peor el remedio que la enfermedad, denunciando informes médicos con consecuencias de esos protocolos, pero con orden expresa de que no consten las causas.

Hoy la mascarilla, el aislamiento afectivo, la represión psicológica y la erosión emocional; mañana la vacuna y siempre el miedo, como munición de quienes «disparan» el suyo para sembrar su propio terror. Su arma: los medios de comunicación, judicatura y el cobarde silencio de corporaciones profesionales.

Su objetivo: el irreversible crecimiento de la luz en el planeta y la humanidad.

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