Todas y todos coincidiremos en que la salud y la gestión de los sistemas sanitarios que la arropan nos afectan directamente. Un largo y duro proceso de enfermedad comenzó para mi familia hace unos tres meses. Decidimos seguir la atención sanitaria de este proceso con el seguro privado, porque allí encontramos un equipo de profesionales que nos proponían una intervención y un tratamiento que podrían mejorar la calidad de vida de nuestra madre. El proceso de salud se complicó, y precisó de varias intervenciones y tratamientos hospitalarios.

En esta situación hemos padecido la otra cara de la asistencia sanitaria privada, la que quizás desconocemos, la gestión de procesos, etc. donde solo eres un número o un correo por autorizar en la bandeja de entrada de un burócrata, donde el paciente deja de ser el centro de la misión/visión del sistema sanitario, donde te hacen sentir que da lo mismo que tu problema de salud sea un juanete o que sea una intervención neuroquirúrgica urgente o una meningitis que debe ser tratada. El silencio administrativo es lo más doloroso cuando la burocratización te envuelve en esos duros momentos.

Nadie con empatía, visión por el paciente y responsabilidad parece capitanear ese tándem llamado Adeslas-Igualatorio Médico Quirúrgico. Pólizas que en papel dan cobertura a la atención de tu proceso de salud, pero que se enredan en un sistema de autorizaciones que no funciona y que marca los destinos de la actitud de los profesionales. Jamás pensé que un seguro de salud podría parecerse tanto a una empresa de telecomunicaciones en su área de atención al cliente. Debe de ser que ya no diferencian entre «cliente y paciente», lo primero es mercantilista, lo segundo es atención centrada en el individuo y su proceso de salud, esto es, se necesitan respuestas adecuadas y a tiempo para afrontar problemas de salud graves. Menos mal que nos queda el sistema sanitario público de salud para seguir enarbolando esa visión centrada en el paciente que otros abandonaron u olvidaron hace tiempo.