Enric Vivanco Fontquerni - Barcelona

Hegemonías culturales

Los consensos hipócritas tarde o temprano saltan por los aires. El pacto respecto al catalán que se llegó en el post-franquismo, por desgracia, por mucho que se explicite que ha sido un éxito, es una falsedad. El idioma en el mejor de los casos está estancado, y en la mayoría de zonas en el Principat en retroceso, la llegada de nuevos inmigrantes y la falta de inversión para socializarlos al catalán los deja a su propia iniciativa, con el añadido que los espacios de habla española de los años 60-70 del siglo pasado, ha sido impermeable al no apreciar ninguna utilidad fundamental.

La biografía de los grandes pensadores marca su propia interpretación. Gramsci, desde la prisión, escribió unas cartas emotivas a su hermana implorando para que sus hijos no perdieran el uso del sardo. Gramsci tenía toda la razón cuando habla de consentimiento consciente y racional a la dominación. Ha sido y es la postura de la clase política del Principat respecto al uso del idioma, y en la actualidad con la claudicación de los intereses de Catalunya, con la excusa de la gobernabilidad de la metrópoli, como si al independentismo le tuviese que importar las contradicciones del opresor.

Los idiomas no sirven para comunicarse, es una falacia, los idiomas son los vehículos de imposición, cultural y económico, como sucede con el inglés, y no es casual su hegemonía cultural que está aplastando el buen vivir del planeta. Los estados, a pesar de los progres de pacotilla, tienen una utilidad esencial que es recaudar los impuestos, con sus símbolos correspondientes, como cualquier multinacional depredadora por muy global que sea, ya que utiliza a los estados para pagar lo mínimo que puede.

Los idiomas sin Estado son mucho más vulnerables respecto al idioma hegemónico por excelencia. El francés, el portugués y el italiano se sostienen gracias a que detrás tienen un Estado. Por ello el catalán como idioma es un milagro que todavía no haya desaparecido, y es increíble que ponga nerviosos a sus enemigos. Es un sarcasmo decir que hay zonas en el Principat en el que no se domina la lengua hegemónica de la metrópoli. Se constata lo que Fanon y Bourdieu definían el colonialismo, como un sistema de dominación, que reposa en la violencia no solo simbólica, y al colonizado se le deshumaniza.

No es necesario repasar lo dicho en la última campaña electoral. El idioma es la herramienta ideal del habitus para someter a toda una población. Por ello si no se tiene un Estado con voluntad de ejercicio, el idioma que no es hegemónico queda a merced de la resistencia heroica de las personas.

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