Mañana y tarde en todos los canales fuese la hora que fuese. La cobertura que se ha ofrecido durante estos últimos días del funeral de la reina Isabel II ha sido sencillamente abrumadora y excesiva. El traslado del féretro por carretera desde el castillo de Windsor hasta el Palacio de Buckingham y las interminables colas de los ciudadanos británicos para poder despedirse de ella han sido solo algunos de los acontecimientos que han absorbido los medios de comunicación, dejando a un lado otros asuntos importantes de índole internacional como la guerra en Ucrania o el reciente terremoto ocurrido en México. Habiendo sido atosigados hasta niveles inimaginables con ello, no quiero hacerme la idea de lo que tendremos que soportar cuando se celebre en nuestro país el funeral del rey emérito Juan Carlos I.