Iñaki San Sebastián Hormaetxea

Juntos, pero no revueltos

La ya casi tradicional sacudida política pre-otoñal, propiciada por la Diada catalana, hace reverdecer  ardores patrióticos a lo largo y ancho de la piel de toro. Este año, al estar inmersos en meses y meses de campañas electorales continuas, la cosa es hasta exagerada. Los catalanes encendidos, los vascos con ganas de contagiarse, los gallegos a su bola y los españoles, de todos los colores, haciendo de bomberos pero confundiendo, demasiadas veces, el agua y la gasolina. ¿Cómo es posible que, entre unos y otros, no seamos capaces de buscar una solución para una situación política tan embarullada?
                
Dejándoles tranquilos a los gallegos, en su lucha por cambiar el color azul de su mapa político, fijémonos en catalanes y vascos. Seguro que una inmensa mayoría no tenemos ningún problema para, como europeos, seguir unidos a los españoles dentro de la Unión Europea. Es decir, sin cambiar nada en lo fundamental, por ejemplo, moneda única, mercado único, libre circulación de personas y bienes, etc.. La que no esta tan clara es la aceptación de la mayoría a seguir revuelos con los españoles, a la hora de abordar temas que competen claramente a nuestras naciones. Muy concretamente el derecho a decidir, en un plano de igualdad, la forma de relacionarnos políticamente entre vecinos…, más todo lo que eso trae consigo.
                
¿Por qué los sucesivos gobiernos de Madrid tienen tanto miedo al… juntos sí, revueltos no? ¿Es acaso España inviable sin ese par de muletas llamadas Cataluña y Euskal Herria? Si la respuesta es no, no hay tiempo que perder para construir una España un poco más pequeñita y más libre, bien cohesionada, segura de sí misma y dispuesta de hacer valer todo su potencial. ¡Ahí es donde hay que sacar el orgullo! Por el contrario, si su respuesta es afirmativa, no se librará de su propio calvario, jugando a entorpecer el desarrollo político, económico y social de quienes, estando en buena armonía, más y mejor le pueden ayudar a evolucionar en sentido positivo. El colmo de la torpeza es echar piedras al propio tejado. Total que, si queremos salir del atolladero, hay que  darle vueltas, entre todos y sin descanso, al cómo seguir… juntos, pero no revueltos.

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