Javier Orcajada del Castillo

La calidad de la enseñanza en España

Como sucede habitualmente en este país, el último Informe PISA produjo una conmoción porque nos coloca en el furgón de cola a pesar de que los responsables argumentan que es un simple índice sin valor. Sonrojan los argumentos para desacreditarlo, aunque los expertos reconocen en privado que es un dato crítico de evaluación y la consecuencia de que este país esté considerado entre los torpes del mundo. A pesar de que tenemos uno de los ratios más elevados de titulados que desequilibran la normal distribución. No se sabe distinguir la enseñanza de la cultura, pues hay muchos titulados en carreras técnicas muy capacitados en su profesión y que no han leído un libro de literatura o el periódico con alguna frecuencia. Son analfabetos funcionales, pues no se lee porque no es útil. Se prefiere la televisión porque es un medio de información pasivo, que induce al consumismo y al hedonismo. El sistema potencia la formación en las diversas técnicas, pero desprecia las humanísticas porque no producen resultados inmediatos. Así es que la democracia es tan endeble, pues la ciudadanía se limita a votar cada cuatro años a quienes tradicionalmente se ha votado en la familia o en su entorno: no responde a un análisis crítico ni se castigan a los partidos que incumplen sus programas electorales. Este sistema de educación se basa en esquemas teóricos, vacuos y sin relación con la vida que se va a encontrar el estudiante cuando se incorpore a la vida social o laboral. Los profesores están supersaturados de conocimientos, pero no saben comunicarlos a los estudiantes porque carecen de formación pedagógica y de vocación de enseñar. El sistema español considera que el nivel de conocimientos promedio es adecuado, lo que hace que haya una cierta complacencia, pero no se fomenta la búsqueda de la excelencia que es el procedimiento para que surjan investigadores que serán los que descubrirán técnicas avanzadas base del progreso de sociedades progresistas socialmente. De ahí que las crisis económicas y sociales sean más frecuentes y profundas que en otros países en los que la investigación es una tarea prioritaria y factor de progreso. En España se considera la investigación como un retal para ocupar a los listos con los que no se sabe qué hacer, aunque todos ellos terminen por marcharse a donde se les reconozcan sus conocimientos. Y lo peor es que creemos que se nos envidia en el mundo por nuestra picaresca, simpatía y "La Roja".

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