Carlos Benetó Clérigues

La oreja de Trump

En un acto auspiciado por Trump y un sector de los republicanos, no se reconocieron los resultados electorales, se impugnó una deteriorada legitimidad democrática y se hicieron estallar cargas de profundidad bajo los cimientos constitucionales de EEUU. Los frutos, ya conocidos, se recogieron no solo en un asalto al Capitolio, sino en una reacción en cadena que, lejos de haberse detenido, ayer escaló a una esfera desconocida que, a todas luces y mal que nos pese, dejará poso en la tierra.

Uno de entre ocho balazos susurró al oído al líder populista de la extrema derecha mundial, y de aquel asalto al Capitolio, secretos de días que ahora están ya por llegar. Y es que cuando en escena pública y ante los ojos de la sociedad la violencia «in crescendo» alcanza la capa más alta de su representación, y más en una pugna por la campaña electoral, un suceso así deja de ser solo un síntoma y se convierte también en un multiplicador exponencial.

Este disparo será, lejos de equivocarme, el pistoletazo de salida de una nueva etapa en EEUU, y por influencia, en el mundo, con un mensaje de sangre donde el asesinato es visiblemente posible y, por tanto, socialmente reconocible, abriendo ya sin tapujos tanto la necesidad de una defensa, derivada de la eliminación física de los contrincantes, en un país y un planeta en el que el entendimiento de un entramado de farsas y el saber difuso de poderes invisibles están a la orden del día entre cada uno de los partidarios, mientras globalmente la maquinaria belicista saca brillo a sus nuevos juguetes para una partida a la que piensan llamarnos.

Bienvenidos a la era de la explosión del Imperio.

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