Iosu del Moral

La paradoja de la monarquía parlamentaria

Ya desde un punto de vista etimológico la monarquía queda automáticamente en contraposición con vocablos como parlamentarismo, o régimen democrático, con lo que la costumbre de relacionar estos términos entre sí, refiriéndose a las monarquías parlamentarias, o a las monarquías democráticas son una paradoja en si mismo. Qué decir entonces de su aplicación, si ya desde su raíz no deja de ser un sinsentido, cómo puede de ese modo cohabitar un concepto como la democracia, que de por sí ampara la soberanía de las personas frente a la de unos pocos, con la idea de monarquía que per se defiende la legitimidad de la sustentación del poder de forma hereditaria y vitalicia en el cargo.

Además una monarquía, la española, que aunque fuera llevada a consenso en tiempos de la transición, no por ello, dejó de ser una imposición de una elección unilateral por parte de quien entonces ostentaba la jefatura del estado, que no era otro que el dictador, no siendo éste precisamente el principal valedor de las ideas de libertad y democracia. Así que, que menos que en tiempos de una democracia consolidada se pregunte de una vez por todas a la población bajo que régimen quiere vivir, o al menos se llamen a las cosas por su nombre y se dejen de mezclar ciertos términos, pues como  hablar entonces de una monarquía constitucional, si la propia constitución en sus primeros artículos hace hincapié en la igualdad de todos los ciudadanos, con lo que refiriéndonos a la monarquía constitucional volvemos a caer en los mismos errores definitorios.

Si Felipe de Borbón y Grecia quiere aspirar a la jefatura de estado, es tan sencillo como que presente su candidatura en una lista electoral en unas elecciones libres, defienda su programa, y acepte la decisión de los electores.

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