Oskar Fernandez Garcia

La transcendental importancia de las formas

La trascendencia del acuerdo, in extremis, entre Junts pel Sí y las CUP, que ha posibilitado el nombramiento de un nuevo President y la formación de gobierno, ha tenido una repercusión inusitada en el Estado español. Y muy probablemente supondrá la formación de un gobierno aglutinado en torno a la indivisible y cuasi divina unidad de dicho Estado. Por enésima vez, el llamado PSOE, volverá a hacer dejación de lo poco que le queda de obrero y de socialista, integrándose en esa coalición de derechas - formada por PP y Ciudadanos - anclada en un pasado de opresión, intolerancia, ultraconservadurismo, nacional catolicismo, sometimiento y subordinación de los súbditos a la corona.

Si Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE y de la UGT, levantase la cabeza le sería imposible reconocer la obra que edificó, como medio e instrumento para llevar a cabo una lucha de clases decidida y combativa.

La investidura del nuevo President de la Generalitat, el Sr. Carles Puigdemont, llevada a cabo el pasado domingo día 10 de enero, ha revelado de forma nítida, clara y meridiana su transcendental importancia en el contexto del Estado español. Mucho más preocupante y relevante de lo que el Gobierno del mencionado Estado intenta, por todos los medios, soslayar. Pero las formas les delatan.

Desde que se llevó a cabo la constitución del estado de las autonomías, en 1980, esta va a ser la primera vez que el Monarca de los españoles y españolas declina recibir en persona el comunicado del nombramiento del nuevo President. Sólo existe una excepción, en 2012, con el nombramiento de Artur Mas y se debió a la convalecencia del entonces Rey J.C. I de Borbón, que imposibilitó que Nuria de Gispert –Presidenta del Parlamento Catalán– fuese recibida en audiencia por el mencionado Monarca. En esta ocasión el Estado español, la Casa Real y el propio Felipe VI de Borbón declinan explícitamente reunirse con Carme Forcadell, Presidenta del Parlament, considerando suficiente un comunicado escrito sobre lo acontecido y desarrollado en la Cámara catalana.
 
La evidente ruptura protocolaria por parte de la Zarzuela, a simple vista, revela varios aspectos, que por archiconocidos, no dejan de ser interesantes: la nula capacidad de diálogo de un Estado, ciego, sordo, intransigente e intolerante, ante una cuestión palpitante y en efervescencia como es la democrática resolución de un Parlamento autonómico por constituirse en uno nacional que represente a un nuevo estado en Europa, la falta de empatía total y absoluta del Rey Felipe VI a sus súbditos –se supone que su reino también abarca, al menos por ahora, los territorios al sur de los Pirineos– al rechazar el encuentro personal con la Presidenta de la mencionada Cámara catalana. O tal vez, el Estado español quería a toda costa evitar un encuentro fotografiado y filmado en el que el Monarca, según su lógica, evidentemente, no iba a poder mostrarse radiante, alegre y sonriente ante la proclama que recibía, en la que, implícitamente, se le anunciaba que su reino comenzaba a desgajarse y desmembrarse. El rey tendría que haberse mostrado, lógicamente, adusto, severo, áspero y desabrido. Imagen que no interesa en absoluto ni a la corona ni al Estado. Tampoco interesaba, sin lugar a dudas, la imagen de dignidad, firmeza, confianza y resolución absoluta, sin pleitesías, subordinamientos, ni vasallajes, que hubiese mostrado ante el Rey la Sra. Carme Forcadell. Ese modelo de mujer no interesa en absoluto en ese Estado retrógrado e inquisitorial y mucho menos al lado del Jefe del Estado.

Y el último de los aspectos, por menciona, acontece en la toma de posesión del nuevo President, acaecida el 12 de enero. El susodicho Estado envía como representante estatal a Catalunya, al Ministro de Interior, el Sr Jorge Fernández, realizando de esa forma una declaración explícita de su belicosidad ante un tema que, indudablemente, requiere un acuerdo pactado por ambas partes de manera democrática y racional. La brutalidad, la irracionalidad, el sufrimiento y la barbarie que se desató sobre las llamadas colonias allende del mar, cuando éstas emprendieron su lucha revolucionaria de emancipación de la metrópoli, no se pude volver a repetir de ninguna manera, ni bajo ningún concepto.

Hubiesen quedado muy bien, como personas dialogantes, racionales e inteligentes, enviando al mencionado acto protocolario al Sr. José Manuel García-Margallo, Ministro de Asuntos Exteriores.

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