Imagine que su médico le receta dos veces idéntico medicamento en idéntica dosis para combatir exactamente la misma dolencia, tras haber comprobado que, en la primera ocasión, no ha obtenido resultados positivos. ¿No se plantearía comentarle al doctor que, quizá, sería buena idea introducir alguna variación en el tratamiento?

Ahora aplíquelo a un niño o niña que suspende asignaturas.

Al estudiante que repite curso, frecuentemente, se le estigmatiza tanto por parte de compañeros como de docentes, lo cual le resulta ya una carga, tal y como ha puesto de relieve el Consejo Escolar de Euskadi. Se sitúa al alumno en una posición de desventaja, lo cual favorece su propensión al absentismo. La probabilidad de que comience a no asistir a clases es alta y ello puede traducirse, incluso, en abandono escolar.

¿No sería más positivo sentarse desde el minuto uno del momento en que comienzan a detectarse dificultades con el estudiante y su familia y, propiciando una alianza docentes-estudiante-familia, planificar un proceso personalizado para ayudarle y acompañarlo en el aprendizaje?

¿Es realmente útil repetir idéntica receta ante idéntico problema?