Iulen Lizaso Aldalur | Hernani

Lo viejo conocido

Aún sin alcanzar el pico de infectados y fallecidos, nuestros políticos no entienden que la hora del planeta ha llegado y toca a rebato, llama a repaso... y fuerza el reposo.

La ministra Isabel Celaá calcula que un 14% de los alumnos españoles no se conectan a la enseñanza virtual: «hay que identificarles y darles recursos». A su paso por la Consejería de Educación del Gobierno Vasco, demostró ser gran entusiasta de la tecnología inalámbrica (wifi para todos) e implacable en que su currículo escolar se ejecute, sin devaneos pedagógicos que impidan que los días confinados por la pandemia sean perdidos: «si no se vuelve a las aulas, habrá que incorporar contenidos de este curso al inicio del siguiente».

Recursos virtuales y sobrecargar la memoria en el siguiente curso. Más de lo mismo: inteligencia artificial (ahora con 5G) obviando reflexiones que se han dado en las familias, balcones y redes sociales durante el confinamiento, con llamadas a humanizar y socializar los ámbitos de formación y producción.

El déficit de inversión en políticas preventivas y de base formativa a favor de la autogestión de la salud han provocado ese plus de quebranto de salud general, y anímico ciudadano y en profesionales de la sanidad, al enfrentarnos a esta pandemia con escasos recursos públicos e individuales... que exigen reparación.

Esta pandemia debiera ser el comienzo de un fin, del que poco sirve lo viejo conocido. Una llamada, a que el Ministerio de Educación, incluya en el currículo escolar formación básica en nutrición y condiciones ambientales del descanso (en Suiza han suspendido el 5G), para autopreservar la salud a partir de un sistema inmunitario activo ante cualquier agresión. Explicarles, con naturalidad, a qué se debe un estado febril y la conveniencia de no «apagarlo» a la mínima.

Los adultos, aceptar con naturalidad que, si aún no somos una humanidad fracasada, si hemos creado un sistema que nos lleva al fracaso civilizatorio. Que la única esperanza es integrar en las familias niños con una formación holística sana y no alineada a favor de un sistema materialista, pues son los únicos portadores de imaginación y el mejor modelo vital para sus mayores.

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