Gerardo Hernández Zorroza

«Maravillarse»

Dios acostumbra a hablar por la voz del débil, no del poderoso. Como decía Facundo Cabral: «está en todos, pero no todos están en Dios».

Venimos aquí para experimentar, aprender y hacer crecer lo que somos, no vale la pena pues afanarse en acaparar riquezas materiales e intantar «conquistar el mundo».

En el Evangelio de Tomás (apócrifo), se cuenta que el maestro animaba a sus discípulos a seguir su enseñanza hasta, como prometía, «maravillarse». Y preguntarse ante las dudas no por lo que me falta, sino por lo que me sobra. Vaciarse así de toda la morralla que «el otro» del psicoanálisis, o los otros si queréis, han sembrado en nuestra mente, auténtica cizaña emocional que impide germinar la semilla divina que todos traemos a este mundo.

No conviene, por tanto, combatir la «sombra» externa, sin iluminar previamente la «sombra» interna, pues esto nos desvía de nuestro objetivo, que cada uno habrá de definir para sí. Y seguir adelante con ello, aunque por momentos parezca nos falten las fuerzas, hasta llegar a inundarse de una fuerza, hasta entonces desconocida e impensable. Y «maravillarse».

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