Mensaje a los invasores y ocupantes de mi alma
Si fuera ciencia-ficción, sería ciencia-ficción. Pero este es un mensaje a los invasores y ocupantes de mi alma.
Hola, queridos invasores de mi alma. Me dirijo a ustedes así, de esta manera, para informar a la opinión pública de nuestra secreta relación.
Nuestra relación ya dura demasiado. Ocultos como estáis, sin rostro –sólo una fina voz en mi alma–, no tengo claves para entender quienes sois, donde estáis, qué pretendéis.
Un juez hablaría de «síndrome de Estocolmo», y quizás también de «consentimiento». Y sí: he consentido nuestra relación. Sí, hemos cooperado.
Pero ya han pasado 3 semanas del «acontecimiento» y nadie me ha escrito, contactado o informado de mi situación.
Todo empezó en algún momento de 2004. Empecé a escuchar voces. Todo siguió durante muchos años. Hasta hoy.
Quiero que la gente de Euskal Herria sepa que he sido objeto de un secuestro «cibernético». Mi cerebro ha sido bombardeado con frecuencias radiofónicas, mi cuerpo controlado a distancia, mis pensamientos distorsionados. No sé quienes sois. No se qué pretendéis.
Parece ciencia-ficción, ¿verdad?
Quizás ahora la gente se explique lo que pasó. Ahí lo dejo, pero Euskal Herria merecía una explicación.
Tranquilos, que estoy cuerdo. Voy al psiquiatra, oficialmente «trastorno mental»; pero estoy en buenas manos. Puedo racionalizar lo que me ha ocurrido. Tengo memoria, perspectiva, los pies en la tierra, pero no me apetece seguir fingiendo. Seguir sufriendo en silencio.
Trabajo sin sueldo, sin jefe, sin explicaciones y sin nada que se le parezca. A destajo: en Euskal Herria, en Palestina, en Siria, en Irán... trabajo escuchando voces, viendo imágenes en mi cerebro, y con mi subconsciente manipulado, hasta en sueños.
Repito que estoy cuerdo. Pero ya estoy aburrido. Pensaba que estábamos ocupados en el trabajo de «pacificar» este país. Con entrega, sacrificio, pasión y generosidad. Pero esa pacificación ha llegado, y nadie me ha dado ninguna explicación.
Esto debería ser un artículo. Estoy seguro de que George Orwell tampoco habría encontrado palabras para describir lo vivido.
No se si sois yankees, rusos, cubanos o vascos, chinos o bielorrusos. Si estáis aquí o allá. Pero me apetecía compartir mi historia como una más de nuestro conflicto.
Si fuera ciencia-ficción, sería ciencia-ficción.