Niños
Es curioso que desde la izquierda sumisa, y con la alcaldesa de Barcelona, que encabeza la petición, al recordar los derechos de ellos que se les está usurpando, al no poder salir a los parques a jugar, y se compara con el de las mascotas, que pasean el animal, con una parsimonia impensable de los tiempos tan añorados de la normalidad. Habría que recordar que los niños, en los tiempos anteriores de la pandemia, se les machacan con actividades extraescolares, para tenerlos fuera de casa y cuando es inevitable se les enchufa cualquier pantalla, para que no incordien. La relación padres hijos, es de unos mínimos inaceptables para poderlos educar, que es la obligación de los padres, que no lo hacen con la excusa socorrida de que no tienen tiempo, que influye en muchas conductas antisociales de los mismos y también cuando se convierten en mercancía de padres separados, que cualquier docente sabe del mal trago que pasan.
Ahora la señora alcaldesa, está muy preocupada por los niños, en cambio le importa muy poco que en su ciudad, sea una de las urbes europeas, con mayor densidad poblacional, con menor número de espacios verdes, con mayor circulación de vehículos, con mayor contaminación acústica, con mayor contaminación medioambiental, una ciudad invivible e insufrible, que ahora se puede apreciar con todo su esplendor. Eso sí, la solución es ir construyendo más viviendas, para ubicar más población porque son pocos, y sobre todo que no paguen alquiler. Una ciudad que no hay sosiego por la noche, la alcaldesa siempre suelta el mismo tópico tronado, que es el determinismo espacial de ciudad del Mediterráneo, como si el mar impidiese que la población no supiera mantener un horario para no estropear su salud, ni el sueño de los demás. Sí, durante estos días la vida se ha humanizado, en contra de esta normalidad salvaje, que enferma a la población y también a los niños que tanto le preocupa ahora. La excusa de los niños es un atropello de lo mal que se les educa, sin pautas, ni horarios y completamente descontrolados, por medio de estos artefactos maléficos, con la teoría más estúpida nunca expresada: que una imagen, vale más que cualquier otra cosa.