Alfonso Jesús Olaz, Iruñea

¿Oigo a jesús?

Jesús, sordo, nací, En el vientre de mi madre ya te escuchaba. Aprendí de niño el lenguaje de los sordos, el lenguaje de Dios.

Luego me enseñaste cómo escucharte y hablarte. Para mí era muy familiar el escucharte, como a uno más de la familia, y como un hermano mayor me enseñabas a discernir lo bueno de lo malo, a distinguir mis pensamientos y emociones y poder expresarlos  con naturalidad.

Muchos creyeron que no era sordo, sino más bien una persona concentrada y reflexiva, de pocas palabras. Esta situación fue muy ventajosa para mí, ya que casi todo lo que hacía me salía bien.

Así, durante muchos años. Cuando cumplí los cincuenta, mi vida cambió para siempre en una peregrinación al Santuario de Lourdes, al meterme en la piscina, sentí que todo mi cuerpo se estaba quemando y mis oídos explotaban y pedí ayuda a gritos para que me sacaran de allí y al instante escuché con claridad la primera frase de mi vida abierta ya al mundo.

«Ánimo hermano mío, Jesús está ahora contigo y te quiere con locura, confía en Él siempre, que no defrauda» lloré un largo rato como llora un hombre, mientras aquel fraile que parecía judío, alto, de tez morena y barba poblada, me recordaba a la voz de Jesús el Galileo.

Y ahora, pasados nueve años, sigo enseñando a los sordos, a los hermanos de Jesús el lenguaje del Galileo, para que aprendan a comunicarse con Él y que sepan que Jesús también es sordo y que les dice que confíen en Él, que nunca defrauda, ni les dejará solos porque Él es el que todo lo puede.

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