Iñigo Gabarain, Tolosa

Pepe Mujica, el papa de los ateos

En poco tiempo han fallecido Pepe Mujica, expresidente de una nación democrática, y el papa Francisco, máximo mandatario de otro país. Cada uno nació a un lado del Río de la Plata y cada uno tuvo sus creencias religiosas; bueno, en el caso de Pepe, quizás no. «No tengo religión, pero soy casi panteísta: admiro la naturaleza», afirmó. El argentino Bergoglio debió de decir una vez que algunas de las mejores personas en la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre. Quizás la primera parte de la frase la dijo pensando en el uruguayo, que al margen de las palabras, practicaba con el ejemplo las enseñanzas de la doctrina católica, pero no por cuestiones religiosas, sino morales. «No es cierto que no haya recursos para todos; lo que no hay es vergüenza», exclamó una vez. Así, su sentido de la justicia y su bondad le guiaron, recién elegido presidente de su país, a adoptar una decisión inédita: ofrecer a los indigentes de su país el palacio presidencial como refugio en los días del invierno austral. Panteísta como Einstein, que creía en el dios de Spinoza (Dios es la Naturaleza) y no en un dios antropomórfico con poder para interferir en las leyes naturales, seguro que también estaba de acuerdo con el astrofísico Reeves respecto de que el hombre es la especie más insensata, que venera a un dios invisible y masacra una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que él masacra es ese dios invisible que él venera.

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