Prostitución: ¿abolición o regulación?
De manera indesmayable, suele decirse –y se conviene en decir– que, ya que resulta imposible erradicar la prostitución, su abolición, pues de inmediato surge por doquier, regulémosla. También se oye decir, audazmente, que si alguien decide ejercer la prostitución libre y voluntariamente, nadie es quien para coartar esa libertad.
Se comulgue o no con ese entimema, importa decir dos cosas o principios básicos: en primer lugar, los seres humanos no pueden ser considerados y tratados como mercancías. En segundo lugar, la utilización del propio cuerpo para la prestación de servicios sexuales, económicamente retribuidos, no es un trabajo.
Podríamos añadir un tercero: las relaciones sexuales entre seres humanos, en una sociedad emancipada, deben ser libres, mutuamente consentidas y desarrolladas en condiciones de igualdad.
Que se erradique o se regule, no cambiará la esencia de estos dos postulados.