Joan Llopis Torres

Sahel

Los jóvenes africanos de las amplias zonas devastadas en los países del Sahel, ahora una situación agravada en Malí, Níger y Burkina Faso, por causa de los golpes militares con sustento del grupo mercenario Wagner, muy numeroso y bien equipado con soporte ruso, tienen dos alternativas: o bien, una, integrarse en el yihadismo del Estado Islámico auspiciado por Irán y Siria y amplios apoyos e intereses de todo tipo y geografías diversas que convergen en ese islamismo destructivo, o, dos, emigrar.

Solo Nigeria, acercándose a los 250 millones de habitantes, con una pequeña mayoría de población musulmana sobre la cristiana, prácticamente equiparables, con el ejército más poderoso de África y los recursos, entre otros, que le aporta el petróleo, a pesar de su corrupción sistémica, o quizás por ella, aun los esfuerzos de grandes y meritorios grupos sociales por erradicarla, resistirá y persistirá en ser una democracia en toda esa zona africana. Por ello, las migraciones nigerianas se deben a las diferencias sociales, a las inmensas bolsas de desempleo y la miseria sin esperanza a la que se ven condenados a vivir más de la mitad de su población, millones de personas.

Ese otro Sahel en conflicto que se ha quedado sin sus medios agrícolas y ganaderos de subsistencia, ve como sus hijos quieren emigrar a países desarrollados sin saber que serán rechazados, entre otras apariencias forzadas, por la inmoralidad europea, con sociedades que deberían ser de acogida, pero, sin embargo, las integran mayoritariamente ciudadanos que, con simulaciones y autoengaños que pretenden ocultar su verdadera condición, se han instalado en la corrupción de ideas y en la falta de escrúpulos. Una flagrante contradicción de los principios humanos que proclaman y los que ejercen colectiva y particularmente, en una despreciable muestra de su degradación, todo, dicen, en una autodefensa de su seguridad y de sus propios valores, cuando en realidad defienden sus particulares bolsillos y llenar su barriga sin otra solidaridad humana. Así viene definiéndose sucesivamente Europa, incluso aquellas comunidades que hace solo unas pocas décadas podían presumir de ser países de acogida, hoy repletas de miserables. Siquiera ven que esa actitud, de hecho, terminará conduciéndoles al lugar contrario de adonde su egoísmo aparenta conducirles. Esa es y será su miseria. La de Europa y la de todos nosotros. Tendremos que vivir por ello en la vergüenza.

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