Acaba de darse la noticia de un análisis forense sobre la muerte de Santi Coca que contradice radicalmente al anterior. Si en el primero se aseveraba que no había relación causa-efecto, entre los golpes recibidos por el yacente chaval y su fallecimiento, debiéndose éste a causas naturales (vamos que por lo visto le había llegado la hora y ¡zas!), el de ahora establece que existe una relación causal, hablando de «origen traumático» y que el fallecimiento respondía a una «etiología médico legal homicida».

Aun siendo lego en estos pagos, sí que me da por pensar que este segundo informe responde más a la realidad de los hechos, ya que si una persona es golpeada repetidamente, y aun estando inconsciente ya en el suelo, se le propina una patada en la cabeza, todo hace pensar que la muerte que sigue no se debe a la casualidad sino a la causalidad pura y dura.

Si la medicina forense es una ciencia, que es lo que se mantiene habitualmente, ésta no puede ni debe guiarse por libres interpretaciones –«no existen los hechos sino que todo es interpretación» que decía el filósofo del martillo– sino por hechos constatables, por el pormenorizado estudio de órganos del cadáver; así las cosas, la pregunta surge de inmediato: ¿cómo es posible que existan tan distantes conclusiones entre ambos informes? No sé, pero o bien los primeros se dejaron llevar por una tirada de dados, al modo del anarquismo epistemológico, presentado en Contra el método, de Paul Feyerabend, o se dejaron llevar por su inspiración del momento o por una misteriosa intuición que les condujo a considerar que allá no había relación entre la brutal paliza y la muerte de Santi Coca.

Conste que no me dejo llevar por la cercanía familiar, con el muchacho muerto, que también, sino por la perplejidad que me provoca esta disparidad de criterios, que hacen pensar que quienes elaboraron el primer informe o no había ido a clase los días en que se trataba de dichos temas, o bien se dejaron llevar por razones independientes al caso que debían analizar, no sé...