Enric Vivanco Fontquerni | Barcelona

Todos necesitamos una república

Vivimos sumergidos en el mundo abstracto de las cifras y de los porcentajes. Deberíamos saber que lo más manipulable son las estadísticas, que se nutren de los dos elementos anteriores. En estos momentos se barajan tres datos que están interseccionados. Por un lado, el número de infectados por el nuevo virus, y los muertos que causa, y lo que trasciende cada vez más, es el escepticismo que se acrecienta respecto a los comunicados oficiales, ya que las informaciones directas, que cualquier persona puede acceder, no coinciden en absoluto.  Por otro, la caída de la economía, que se contabiliza con un índice, que no refleja la economía de la ciudadanía, ya que para empezar, no contabiliza ni el trabajo doméstico, ni el de curas imprescindibles para poder vivir, ni tampoco la economía sumergida: la del delito y la de la pura supervivencia, así que es un índice absolutamente ciego, por suerte. Parece mentira que la izquierda, que está gobernando, que dice que quiere trasformar la realidad, la acepte sin más, (sí sólo fuese esto). Y por fin, se llega a la joya de la corona, de las cifras teóricas, arropadas con una gran publicidad, ya que la CE, se encuentra en una situación de una debilidad extrema. Se mezclan las ayudas directas y los préstamos puros y duros. Todos los que se han molestado en estudiar las relaciones internacionales, saben de toda la vida, que los acuerdos importantes son secretos. Los historiadores especialistas lo saben, que cómo mínimo para acceder a los mismos, se requieren cuatro generaciones, así que por mucho que se repitan los números por todo el espectro comunicacional, todo es falso, y nosotros no podremos saber las fechorías que han hecho semejantes políticos trileros. Las ayudas directas, en la mayoría de los casos son direccionales, e irán a los intereses económicos de los inversores europeos, así que la estructura económica del estado, quedará atada: al sol, a los toros, y a las terrazas. Los préstamos serán usureros, como corresponde a la racionalidad del mundo protestante. Por lo tanto la reunión del jefe, con sus empleados, en un lugar inmortal, ha sido un ritual carente de contenido, ya que repartirse de lo que no se tiene, ni se sabe lo que va a llegar, ni las condiciones de las mismas, es de una frivolidad de todos estos individuos, que los medios de comunicación, como esclavos al amo van repitiendo cifras, porcentajes de déficit, como grandes triunfos, con la calderilla que llegará a cualquier rincón. En fin, que quede escrito por un ciudadano, que ya se ha desenganchado de semejantes argumentos embusteros.

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