Javier Orcajada del Castillo, Bilbo

USA: consecuencias del simplismo militar

Los episodios grotescos que están haciendo protagonistas a los militares relacionados con las guerras de Ucrania y Gaza serían para tomárselo a broma si no se tratara de vidas humanas... El caso del periodista Julian Assange, que publicó montañas de basura de los servicios de espionaje del Pentágono; ganó el premio de Amnistía Internacional, pero se está pudriendo entre rejas. La entrega de documentación secreta que el espía americano Edward Snowden a los servicios secretos rusos y que los militares yanquis no detectaron. Estos y otros muchos episodios han convertido a sus ejércitos en frágiles objetivos expuestos a ser dominados por sus enemigos que, aunque pretendan cubrir con un velo de misterio todo el aparato de seguridad nacional hace que la ciudadanía yanqui tan orgullosa de sus fuerzas armadas tenga que admitir la realidad que tiene pies de barro. El 11S, el bombardeo del Pentágono, el aniquilamiento de Irak en venganza contra Sadam Huseín con la disculpa de las inexistentes «armas de destrucción masiva», la huida humillante de Afganistán, el pánico ante las amenazas apocalípticas de Rusia en Ucrania con armas nucleares cuando realmente el frente entre Rusia y la OTAN es un picadero de carne humana de reclutas obligados a luchar contra quienes no consideran enemigo. Toda esta exaltación de la fuerza bruta sobre la razón está provocando el ocaso del imperio. La OTAN es un club de generales ociosos y la UE unos banqueros ambiciosos que no tienen otro objetivo, los unos jugar a las cartas y los otros acumular beneficios como sea, hasta que algún político sagaz reconoce que las aventuras militares no tienen salida, llevan al absurdo y hay que negociar la paz, pero sobre cadáveres y ruinas, aunque se convierte en cartera de trabajo para las empresas y siga creciendo la cuenta de pérdidas y ganancias. Sun Tzu: «La mejor guerra es la que no se inicia».

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