Iolanda Formoso | Cocinera, delegada de LAB

Y de repente llegó el virus

Y el coronavirus nos hizó comunidad, comunitarios.

Como trabajadora de un comedor escolar puedo decir que éste tsunami que vivimos también nos aporta aspectos nuevos y reflexiones.

Es de sobra conocida la dificultad que, en muchos centros educativos, se vive para poder construir grupo, equipo, comunidad.

La parcelación en los centros educativos que desde movimientos como la comisión de comedores de LAB se ha venido evidenciando, nos ha tenido separadas en colectivos distintos, construyendo «muros invisibles» tan difíciles de derribar.

La vida de un centro escolar es complicada, sobrecargada de dinámicas administrativas para todas, dirección, docentes, educativos, servicios y demás.

Todas debemos rendir cuentas de cómo nos organizamos, protocolizamos nuestra responsabilidad, que seguimiento y resultados obtenemos.

Todas tenemos una queja común, ésta organización y sus necesidades colaterales nos «come», imposibilitando poner en marcha cualquier dinámica de grupo, de comunidad.

Todas vemos y sufrimos esa necesidad: poner en común comunicación, ideas, actividades, en resumen hablar, imaginar, construir; sí todo aquello que se pretende trasladar al alumnado resulta casi estéril, quedando engullido en la forma de éste, nuestro sistema educativo, demasiado centrado en resultados, competitividad, supuesta calidad.

Pero de repente, de sopetón, sin avisar, sin dar tiempo a poder activar cualquier alternativa, llegó el virús, ése que nos ha desalojado de nuestras aulas, nuestros patios, nuestros pasillos, nuestros comedores.

Este virús ha sido el detonante para, en contra de cualquier apuesta, la «comunidad» haya eclosionado, y así todas hemos sido capaces, fuera de nuestros invisibles muros, de ser resilentes, de reinventar, de dar forma a todo aquello que permanecía latente entre nosotras.

Sin el corsé rígido de un sistema demodé, la atención, el sostengo, la preocupación, la empatía, las emociones, ha tomado su plaza, y podemos ver clases en redes, actividades pedagógicas, vídeos de apoyo, de cariño...

Todas nos hemos ocupado en todas, para todas, exponiendo lo que somos capaces de tejer, que estábamos tejiendo nuestra más bella tela: nuestra comunidad, lo nuestro comunitario.

Ahora, cuando todo esto acabe, pase, y volvamos entre muros, nos queda lo más difícil: no olvidar nunca que somos capaces, pero aún más importante, que deseamos ser «comunidad».

Buscar