Aiete sigue siendo clarificadora y fecunda diez años después

El décimo aniversario de la Declaración de Aiete y de la respuesta positiva de ETA, anunciando el «cese definitivo de su actividad armada», ha tenido más eco, rango y dimensión del esperado por muchos. Las jornadas de balance de estos diez años primero, la Declaración del 18 de Octubre realizada por Arkaitz Rodríguez y Arnaldo Otegi después, y diferentes eventos para rememorar la decisión de ETA han provocado un debate público renovado.

Se han conocido nuevos datos sobre cómo actuaron las partes entonces, sobre la perseverancia de unos y la necedad de los otros. Se ha visto el nivel de interlocución internacional que hubo antes y después de la Conferencia. Varios relatos han caído en el ridículo, desde el de la no existencia de un conflicto político con partes en liza hasta los cuentos sobre rendiciones, tanto del Estado como de ETA. Aun tratándose de una efeméride, la relevancia histórica de Aiete para la sociedad vasca ha provocado que de su inercia sigan surgiendo oportunidades políticas diez años después.

Inmovilismo para embarrar y frenar avances

Eso sí, el debate ha estado condicionado por algunas de las taras tradicionales de la política vasca. En este país están quienes quieren hacer cosas, y las hacen, y quienes desean que el resto hagan las cosas que ellos quieren, y no hacen nada más que demandar. Como niños tiranos, al dictado de sus deseos y complejos. Así, es difícil avanzar a la velocidad que potencialmente tienen las condiciones creadas especialmente en el terreno de las consecuencias del conflicto, en política penitenciaria y reconciliación. Los retrógrados cavan trincheras lejos de los consensos sociales no solo para embarrar el terreno a sus adversarios, sino sobre todo para frenar los avances de sus aliados.

Luego está la obscenidad. Sacar a Ramón Jaúregui a marcar la posición del PSOE y del Estado sobre los GAL es, como se dice coloquialmente, pintar a Cristo con dos pistolas. No defraudó. No les basta con su impunidad, quieren medallas y silencio. No hay que equiparar violencias ni víctimas, dice, pensando que existe algo peor que un Estado financiando ejecuciones extrajudiciales y tortura de la mano de sus Fuerzas de Seguridad.

Para taparlo y compensarlo, orquestan maniobras para que una declaración de reconciliación se valore éticamente peor que semejante blanqueamiento de la guerra sucia contra ciudadanos vascos. Lo que no se puede equiparar es a Arnaldo Otegi y a Jaúregui. El relato es veraz y el país agradece cuando se junta a Otegi y a Jesús Eguiguren, algo que sucedió en Radio Euskadi, pero que paradójicamente en el Ente tuvo menos difusión que una maniobra de la competencia del mismo día.

En este sentido, que EiTB realice encuestas en las que las preguntas reproducen literalmente demandas del lehendakari Urkullu socaba su credibilidad como medio público, que no es lo mismo que ser un medio gubernamental. Y que si las respuestas no coinciden con la tesis, se las empuje, tampoco es profesional. Aun así, Focus explica por qué ETA perduró tanto y también que tardó en escuchar a la sociedad. Coincidiendo con el diagnóstico de los expertos internacionales, expone que resolver la situación de los presos es prioritaria, tal y como se expresó ayer en las calles de Donostia.

La encuesta muestra que el discurso oficial tiene muchas resistencias entre la juventud. Desconfían de este sistema y de los relatos oficiales. Habrá que evaluar si en este aniversario se han dado recursos a quienes entonces eran niñas y niños y ahora son jóvenes.

Si esto es la paz, definamos democracia

Estos días se ha repetido mucho la idea de Eguiguren de que «esto era la paz». Algunos lo han hecho intentando rebajar la paz a la mera ausencia de violencia. De una de las violencias. Pero la paz debe aspirar a que no se violen los derechos humanos de nadie. Y al reconocimiento de todas las víctimas. Declaraciones como las del 18 de Octubre y las reacciones constructivas son importantes.

Mucha gente opina que ETA surgió porque España era una dictadura y siguió porque tras la muerte de Franco se negó a ser una democracia plena y un Estado de Derecho real. Esa organización ha salido de la ecuación política vasca y española. Sin violencia, perduran las preguntas: ¿por qué la ciudadanía vasca, catalana o galega no puede decidir democráticamente qué relación tiene con España? ¿Por qué una ciudadanía es de primera y otra de segunda? ¿Por qué no votar para decidir en paz?

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