Cambio policial necesario, reflexión pendiente

Gracias a las fuerzas del cambio de Nafarroa, encabezadas en Iruñea por EH Bildu, la ciudad dio ayer el carpetazo definitivo a la oscura etapa del militar Simón Santamaría, brazo derecho de Yolanda Barcina, al frente de la Policía Municipal de Iruñea. Con el nombramiento de Jesús Munárriz como nuevo jefe del cuerpo policial se consuma el relevo al frente de la institución, una de las principales patatas calientes que el alcalde, Joseba Asiron, tenía entre manos desde que accedió al cargo pronto hará un año.

El daño causado por Santamaría a la imagen del cuerpo tardará en restituirse. El exjefe de la Policía Municipal, que dimitió el año pasado a raíz del juicio al exconcejal de UPN Ignacio Polo, manejó el cuerpo como si de su cortijo se tratase, lo militarizó y lo convirtió en uno de los principales instrumentos represores de la derecha navarra en la ciudad, elevando la tensión en el seno mismo de la plantilla hasta límites insospechados. De hecho, el primer éxito de estos primeros meses ha sido relajar esa tensión entre los propios agentes, según explicaron ayer las autoridades municipales. La próxima tarea será restituir la imagen del cuerpo policial ante el grueso de la ciudadanía; una imagen cuyo deterioro el mismo Munárriz reconocía ayer como «palmario». Dejar de lado un modelo centrado en el control social, apostando por una policía de «proximidad estratégica», tal y como se prometió ayer desde el Gobierno municipal será la mejor manera de conseguirlo.

Pero el imprescindible cambio en la cúpula policial sirve también para recordar la existencia de una reflexión pendiente que va mucho más allá del Ayuntamiento de Iruñea y que atañe a cualquier izquierda que aspire a gestionar unas instituciones en pos de la transformación social. Se trata de una reflexión sobre seguridad y modelos policiales que no puede ser sustituida por las proclamas –necesarias pero insuficientes– a favor de priorizar la libertad frente a la seguridad.

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