De París a Texas y Florida, catastrófico Trump

Hace apenas diez días el huracán Harvey barrió Houston, la capital de Texas, que además de cuarta ciudad en población de Estados Unidos es considerada núcleo duro de los negacionistas del cambio climático. A estas horas es Irma quien se ceba con Florida, estado clave en la victoria electoral de Donald Trump y muy ligado a él también a nivel personal: el magnate-mandatario viaja allí una vez al mes para jugar al golf en su lujoso campo privado de West Palm Beach, al norte de Miami. Los millones de habitantes de esta zona del Atlántico sufren casi cada año estos azotes, pero buena parte de la comunidad científica alerta hace años de que el calentamiento progresivo de los mares está aumentando la capacidad destructiva de esos huracanes, aunque no sea su causa inicial.

El inquilino de la Casa Blanca, en esa estrategia comunicativa habitual de dar a entender casi que el mundo nació con él, subraya en sus tuits la virulencia insólita de Harvey («nunca hubo nada parecido») y ahora de Irma («sus proporciones son épicas»). Sin embargo, nada apunta a que eso vaya a traducirse en un reconocimiento de la evidencia del cambio climático, que cabe recordar que Trump tildó en 2012 de invento de China para perjudicar a la industria estadounidense y –bastante más preocupante– le llevó en junio a anunciar la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, tan arduamente logrado.

El coste humano del cóctel explosivo entre catástrofes naturales y cambio climático se constató en Texas (40 fallecidos solo en el primer momento) y quizás se agrave ahora en Florida. La factura económica también está ahí (aseguradoras quebradas, evacuaciones masivas, decenas de miles de hogares sin luz, destrozos por doquier...) y desmonta la excusa financiera de Trump para dejar París. Pero, además, esa sinrazón sacude a un planeta entero para el que el Acuerdo de 2015 suponía al menos un bálsamo.

Buscar