El balance sí que puede y debe ser más positivo

La quema de Marijaia puso ayer por la noche punto y final a nueve días de fiesta en Bilbo, a una Aste Nagusia que una vez más ha sido multitudinaria y que ha puesto de manifiesto la vigencia del modelo promovido desde hace más de cuatro décadas por las comparsas. Estas tienen previsto hacer hoy mismo una valoración general, pero el alcalde se adelantó al cierre para afirmar que el balance «no puede ser más positivo». Daba para ello datos de asistencia, de participación y de impacto económico.

Más allá de las palabras elegidas, –el primer edil sabe, claro, que todo es susceptible de mejora–, el discurso de Juan Mari Aburto chirría, pues destila autocomplacencia y una visión que no es compartida por muchos vecinos y vecinas. No se puede, por ejemplo, zanjar las agresiones machistas tachándolas de «lunar» que apenas ensombrecen la fiesta, un término que a base de repetir cada año –siempre se habla de «lunares»– resta importancia a un hecho grave como es la violencia que se proyecta contra la mitad de la población. Con todo, lo que más llama la atención de sus declaraciones es que se jactara de que ha habido gente que le ha felicitado por la mayor presencia policial, el mismo día en que Bilboko Konpartsak denunciaba un episodio de brutalidad policial contra una de sus integrantes.

La denuncia de las comparsas exige que sea tomada en serio, porque los hechos que se describen en ella son por sí mismos muy preocupantes, ya que incluyen episodios de maltrato y ensañamiento, y porque transmiten la imagen de una Policía local que está muy lejos de lo que merecen los bilbainos y bilbainas. A este caso, además, hay que sumarle lo ocurrido el miércoles en el entorno del puente del Arenal, donde una actuación contra los manteros desembocó en incidentes en una zona atestada de gente. El Gobierno municipal debería dar explicaciones, antes que nada, sobre lo ocurrido con la comparsera detenida, y detallar después cuál es exactamente su modelo policial. No sólo para Aste Nagusia. Y el alcalde debería contar al menos hasta diez la próxima vez que haga balance de fiestas.

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