El proyecto de Urdaibai reflejaba más problemas estructurales
La decisión, aparentemente firme, de dejar de lado el proyecto de abrir otra franquicia del Museo Guggenheim en Urdaibai (la sola síntesis ya sonaba nada realista y poco sugerente) debe ser entendida como una oportunidad.
Pasado el primer golpe, de euforia para quienes han parado un proyecto lesivo para sus pueblos y de rabia para quienes ven cercenada su visión de Bizkaia y una oportunidad de negocio, conviene levantar la cabeza y extraer lecciones. El proyecto no era viable y reflejaba más problemas que el ambiental o la turistificación.
Para empezar, el país tiene taras obvias de vertebración territorial, con varios eskualdes en situación precaria, a los que las inercias les están castigando más de la cuenta. Se haga el análisis por herrialdes, generaciones o por el eje urbano-rural, en inversiones, rentas, desigualdades, conexiones y perspectivas, las dos o más velocidades traerán problemas a medio plazo. Liderar es anticiparse, no ir a remolque.
En el fallido proyecto se concentraban debates estratégicos que se están aparcando de mala manera: el desequilibrio territorial e interinstitucional, la colaboración público-privada, la participación ciudadana, la terciarización socioeconómica y el efecto del turismo, la emergencia climática y la gestión de los recursos naturales, la promoción del talento y la creación artística vasca…
Estos debates se esquivan por falta de osadía –porque no conviene electoralmente–, y por intereses espurios –porque a menudo la red clientelar impone su criterio–. O porque los dogmáticos aprietan. Soberanía, vivienda, ciudadanía, transición energética, brecha generacional… hay temas que no soportan la parálisis.
De sacar las lecciones oportunas depende no repetir errores y acertar en las estrategias a futuro de país.