Evitar sufrimientos a los niños y niñas migrantes

El informe de Unicef “Desarraigados en Centroamérica y México” revela la precaria situación con la que se encuentran los niños migrantes que retornan a sus países tras un viaje fallido. A la realidad previa de pobreza, falta de oportunidades y violencia, con el retorno se añaden las deudas acumuladas durante el viaje y el estigma que muchas veces acompaña a los menores por haber intentado emigrar.

La situación suele volverse tan insostenible que el Fondo para la Infancia de la ONU ha detectado que muchos niños cambian de lugar de residencia en su propio país para, al final, volver a intentarlo. Una situación paradójica, pues el cierre de fronteras y las devoluciones no solo no disuaden a los emigrantes, sino que muchas veces la única salida que les deja es buscar una nueva oportunidad para intentarlo. Unicef es tajante a la hora de instar a los gobiernos a abordar las causas estructurales de la migración. Enfrentar los problemas de pobreza, de falta de oportunidades educativas y económicas en los países de origen, o la realidad de violencia de las bandas, es la única opción para que las personas, y especialmente los menores, no dejen sus hogares en busca de un horizonte mejor en otro país.

Aunque el informe habla de Centroamérica, las circunstancias y las políticas migratorias son muy similares en todo el mundo. Hace unos días, por ejemplo, el eurodiputado electo Josu Juaristi denunciaba que la propuesta presupuestaria que ha presentado la Comisión Europea para el año que viene prevé, por primera vez, más gasto en control fronterizo y migratorio que en África.

Los discursos de endurecimiento de las políticas migratorias –cierre de fronteras, devoluciones en caliente, separación de los familiares y deportaciones– son un absoluto fracaso porque no enfrentan las causas. Solamente consiguen hacer mucho más duro el proceso. Convendría cambiar de política, aunque solo sea para evitar sufrimientos, especialmente a los niños y niñas migrantes.

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