Fortalezas y debilidades de las finanzas éticas

El segundo informe sobre finanzas éticas en Europa dejó un detallado esbozo del sector de las inversiones sostenibles en el continente. Entre los datos aportados en el estudio destaca especialmente el creciente peso que tienen los fondos éticos o fondos socialmente responsables, es decir, aquellos que invierten solamente en empresas que cumplen determinados criterios sociales, medioambientales y de gobernanza. Su importancia continúa creciendo y ya casi alcanzan los 600.000 millones de euros de patrimonio. Lejos de esta cifra queda la banca ética propiamente dicha, con un volumen de negocio mucho más reducido. En conjunto, sus activos apenas llegan al 8% del volumen de los fondos éticos, aunque sus resultados muestran un desempeño bastante mejor que el de los bancos tradicionales.

En el amplio mundo de las finanzas, todo el conjunto de iniciativas éticas tiene una importancia cuantitativa relativamente pequeña. No obstante, desde un punto de vista cualitativo, las finanzas socialmente responsables alcanzan una trascendencia que supera largamente su peso. Con su actividad plantean constantemente el debate sobre la necesidad de que los ahorros de la ciudadanía se inviertan superando el restrictivo criterio del máximo beneficio –dogma capitalista por excelencia–, y que entren en la valoración de otros aspectos. De este modo propugnan que los proyectos de inversión se evalúen en función del retorno, pero no tanto en términos de beneficios monetarios como en términos sociales y medioambientales.

Mediante la práctica, las finanzas éticas promueven la asunción de criterios de valoración políticos que amplíen, complementen y superen a los estrictamente económicos. Si bien es cierto que han conseguido ampliar el debate sobre el modo de valorar la economía, los datos muestran también las limitaciones de la actividad financiera para lograr transformaciones sociales sustanciales, si no se enmarca en un programa político más amplio.

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