Frente al nacionalismo banal y al autoritarismo sofisticado

La combinación entre retórica de autoayuda y valores militares, adornada con autoridad tecnocientífica, está conformando un estilo particular de liderazgo por parte de Pedro Sánchez. El presidente español está rentabilizando el poder casi total que el estado de alarma le concede y capitalizando la crisis del coronavirus. Con todo, escuchadas desde la periferia, el poso que dejan sus comparecencias de los sábados tiene un denominador claro: es el españolismo de toda la vida con ropajes posmodernos.

No obstante, ante la falta de oposición en el Estado y de liderazgo en el resto de naciones, el trasfondo socialdemócrata de sus discursos puede tener su audiencia en tierras vascas y catalanas. Con todo, más que de sus aciertos, depende de los errores de sus adversarios.

Desde una perspectiva vasca y democrática, aquella que sostiene que la sociedad vasca es madura como para decidir sus cosas públicas, que todos los proyectos pacíficos y democráticos deben ser viables y que el statu quo que dejó el franquismo no puede convertirse en un supremacismo endémico, resulta muy preocupante el ventajismo político que muestra el presidente español en sus comparecencias. En medio del shock y de la incertidumbre generada por el virus, quiere colar su agenda recentralizadora y españolista.

Nacionalismo banal y negacionismo español

Los poderes del Estado creen que esta crisis puede aparcar el debate sobre la plurinacionalidad y el derecho de autodeterminación de las naciones vasca y catalana. A Pedro Sánchez se le adivina la tentación recentralizadora y parece pensar que la excepcionalidad del momento traerá una renuncia histórica por parte de quienes no se sienten españoles. Eso no va a pasar. Pero la plurinacionalidad táctica que enarboló Sánchez ha muerto y vuelve el tradicional negacionismo español.

Como ni el pluralismo ni la empatía son valores que coticen en la cultura política española, Sánchez no comprende que cuando insiste una y otra vez en calificar de «compatriotas» a la ciudadanía vasca y catalana, cuando se recrea en la idea de «unidad» para negar toda identidad que no sea española y castiza, cuando iguala al cuerpo sanitario con el Ejército español, no entiende que miles y miles de vascos, catalanes y gallegos desconectan y ven en él no al mandatario europeo que él reivindica, sino al típico político metropolitano. Eso sí, con una llamativa dosis de megalomanía para su edad.

La referencia a los Pactos de la Moncloa es el último capítulo de esa liturgia nacionalista y revisionista.

Militarismo idiota y autoritarismo sofisticado

Con todo, para hacer jugadas maestras, hace falta un talento que no se advierte en el mando central español ¿Quién pudo ser el iluminado que valoró que desplegar militares a patrullar la parte vieja de Iruñea era un buen plan? ¿Puede alguien con tan escaso nivel estratégico tener algún cargo en un Ejército?

Meter a militares a la zona cero del movimiento vasco de la insumisión, como parte de una campaña de imagen, demuestra el nivel de los servicios de inteligencia españoles. Ni los y las ciudadanas vascas que les apoyan entienden qué hacían aquí. Llevaron problemas a donde no los había. Y evidenciaron que hay dinero para desfilar mientras faltan equipos para los servicios sanitarios.

Pero Pedro Sánchez tiene un plan. Ayer desveló que el confinamiento se va a alargar, que él gestiona los tiempos, que la salida será gradual, que será parcial y que será vigilada. Vigilada por los mismos que han mandado al Ejército. Y que tiene un grupo de expertos diseñando todo esto. Moral de victoria no le falta, no. Junto al virus quiere arrasar con todo lo que le molesta.

Aberri Eguna de duelo y homenaje

Todo ello obliga a las fuerzas vascas, a las instituciones y a la sociedad civil a acelerar debates, plantear escenarios, desarrollar experimentos y proyectar sus capacidades y estrategias de futuro. Frente al nacionalismo banal español, a su burocracia recentralizadora, a su militarismo imbécil y a su autoritarismo sofisticado, la sociedad vasca debe recuperar los valores en los que las grandes mayorías puedan reconocerse, sentirse orgullosas y activarse en favor del país y de sus gentes.

La propuesta para un Aberri Eguna unitario, que ponga el foco en el duelo nacional por las víctimas del coronavirus y homenajee a quienes trabajan para salvar y cuidar las vidas de los y las ciudadanas vascas, contiene ese potencial emancipador.

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