Herrera, parece pasado pero todavía no lo es

El estudio sobre la cárcel de Herrera de la Mancha en los años 80 recientemente publicado y que hoy resume GARA estremece en tantos pasajes que puede llevar a pensar que fue el producto de una época ya felizmente pasada. Y efectivamente algunas de las cosas que ahí se cuentan no ocurren... pero otras se mantienen en el tiempo e incluso han empeorado.

No es pasado, para empezar, el alejamiento. Aquel fue el primer «experimento» para sacar de sus contextos de vida a presos considerados enemigos del Estado: los de la COPEL primero, los del GRAPO después y los de ETA finalmente. El sábado Etxerat recordó que se cumplen ya 33 años de dispersión sistemática. Y el dato objetivo es que hoy 120 presos vascos (más de la mitad del Colectivo en el Estado español) están tan o más lejos de casa que Herrera.

No son pasado el primer grado, ni el aislamiento, ni la restricción de comunicaciones... Tampoco la impunidad con que se produce toda esta vulneración de derechos; hoy sería más improbable aún que entonces ver a funcionarios de prisiones en el banquillo por maltratos. Y menos pasado aún es la falta de decisión política ante todo ello en el Estado español, cuando el Gobierno francés ha empezado a mover ficha hace ya casi dos años.

Tampoco es pasado, y esto es lo más tremendo, morir en prisión. La negligencia que reflejó el caso de Joseba Asensio en 1986 no es muy diferente de la que ha acarreado la muerte de Kepa del Hoyo en 2017 tras no detectarle un infarto cinco días antes. El fallecimiento de Juan Carlos Alberdi en 1987 se declaró tan irremediable como el de Arkaitz Bellon en 2014, pero este último estaba aún más lejos (Puerto de Santa María) y con la libertad condicional vetada pese a haber superado el plazo para ella. Y la pérdida de Mikel Lopetegi en 1987 fue desencadenada por la crueldad carcelaria igual que la de Xabi Rey en 2018.

Quien se espante, indigne o incomode al evocar Herrera debería hacer que este presente pase a ser al fin pasado.

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