La Carta de los Derechos Sociales de Euskal Herria, que engloba a la mayoría sindical, a asociaciones de pensionistas y a otros colectivos sociales, ha anunciado una huelga general para la segunda quincena de enero, en una fecha aún por determinar. Antes desarrollará una dinámica de sensibilización y movilizaciones «en favor de unas condiciones de trabajo, unas pensiones y una vida dignas». Ese es el convencimiento triple que une a unos convocantes que se muestran seguros de que es ahora o nunca el momento de dar un salto cualitativo, recuperar lo que les han quitado y pasar a la ofensiva.

No les falta razón. Desde la última crisis económica, durante el proceso de salida de la misma y ante la inminencia de otra nueva que la academia y diversos organismos financieros internacionales vienen advirtiendo, el pueblo trabajador vasco se ha empobrecido, sufre una mayor desigualdad y está perdiendo cohesión social. Muchos de nuestros jóvenes viven para endeudarse y se endeudan para poder vivir. Los mayores tienen menos ingresos, una menor propiedad de activos, menos recursos para tomar decisiones y poder disfrutar de un justo retiro. Y la gran mayoría de mujeres tienen que resolver más con menos ingresos y energía, tienen que dedicar más tiempo a trabajos no remunerados e invisibilizados, a la vez que sufren una inaceptable discriminación salarial. En definitiva, se ha acelerado el proceso de concentración de riqueza y de poder, sin importar que la vida humana y el metabolismo social del país estén amenazados en sus múltiples formas.

Lograr una sociedad vasca cohesionada y equitativa donde no se acumule la riqueza basándose en un trabajo más barato, con menos derechos, en una economía especulativa y en la devastación ambiental es una causa urgente. Pero solo con tener razón no basta. Hace falta hacerla valer y que otros la tomen en consideración. Y para eso hay que tener fuerza, construirla. Ese es el desafío que espera a los convocantes de aquí al día de la huelga.