Israel apuesta por la ocupación y el conflicto

Las elecciones en Israel han dejado algunos cambios relevantes que, sin embargo, no son suficientes para alterar el poder ejecutivo. El Likud del primer ministro, Benjamin Netanyahu, y la plataforma centrista Azul y Blanco, liderada por el general Beni Gatz, han empatado con 35 escaños cada uno. El Laborismo, segunda fuerza en 2015, ha pasado de 24 parlamentarios a tan solo 6. La baja participación de la población árabe ha sido otro de los hechos más reseñables. Aunque el general Gatz ha logrado unos resultados espectaculares en su primera participación electoral, Netanyahu cuenta casi con toda seguridad con suficientes apoyos entre los pequeños partidos de extrema derecha para volver a formar Gobierno.

Acosado por las demandas judiciales, Netanyahu ha planteado una campaña muy dura, buscando la confrontación, azuzando el miedo a la izquierda y a los árabes, y exhibiendo un retórica militarista y extremista, muy acorde, por otra parte, con los tiempos actuales. El apoyo político que ha recibido de Donald Trump ha sido importante y le ha permitido presentar algunas pequeñas victorias en su estrategia de confrontación. Entre ellas destaca que EEUU haya reconocido a Jerusalén como capital de Israel en 2017, el posterior traslado de la embajada estadounidense en 2018 y, finalmente, el reconocimiento este pasado marzo de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán ocupados a Siria hace 50 años. No ha dado relevancia a la cuestión palestina, prácticamente ausente hasta que en la recta final de la campaña prometió anexionar definitivamente los asentamientos de Cisjordania.

Como bien resumen las fuerzas palestinas, Israel ha elegido un Parlamento de derechas y xenófobo para seguir fortaleciendo y expandiendo la ocupación y el apartheid. Ha vencido un discurso que no deja lugar al diálogo y a la negociación como método para llegar a un acuerdo político y alcanzar la paz con Palestina. Israel mantiene su apuesta por la ocupación y el conflicto permanente.

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