La lucha ejemplar de las proletarias del fútbol

En un deporte tan fanatizado como el fútbol, es raro encontrar deportistas que rebasen las trincheras de los equipos y generen respeto generalizado entre otras aficiones. Asimismo, el fútbol profesional ha degenerado tanto y en tantos aspectos, que pocas personas de ese mundo logran ser reconocidas socialmente por cuestiones ajenas al deporte, como por ejemplo por sus valores o por sus compromisos. Ainhoa Tirapu es una de estas personas. Ayer anunció que se retira, que le gustaría hacerlo en el campo de juego pero que nadie sabe qué sucederá con la competición en medio de la pandemia por coronavirus y que ha preferido tomar libremente esta decisión. De esta manera, la portera navarra vuelve a mostrar una sensatez que contrasta con la forma en la que todo debate sobre el fútbol profesional de hombres desborda la realidad social, la cordura y, en demasiadas ocasiones, la decencia.

Estos días se debate sobre las condiciones en las que regresará la competición de fútbol masculino, su seguridad, los protocolos… a niveles inimaginables para el resto de trabajadores. Ojo, no son temas a despreciar. Además, los profesionales vascos han puesto por delante que son unos privilegiados y que lo primero es la vida de las personas. Pero el marco del debate sigue siendo estratosférico y el contraste se ve mejor no si se les compara con obreros de la construcción, sino con sus compañeras de equipo.

Sobre su empoderamiento, Tirapu decía de sí misma que «siempre he sido un tanto proletaria». Y como tal ha tenido que luchar, por el respeto de las federaciones y de otros responsables, por sus derechos como profesionales del deporte. Siempre ha defendido que esas luchas eran colectivas, que iban más allá de la defensa de intereses particulares y que, al igual que el fútbol es algo que hay que hacer en equipo, los derechos se consiguen peleando juntas. La lucha ejemplar de estas futbolistas y su legado deben ser puestos en valor por la sociedad vasca.

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