La pregunta no es si hay que intervenir, sino cómo

A propuesta de EH Bildu, el Parlamento de Gasteiz dedicó ayer un importante pleno extraordinario al debate sobre la política económica e industrial. En estos tiempos de cambios climáticos, económicos, tecnológicos, políticos y demográficos, el éxito –o la supervivencia – será para quienes acierten a dar los debates oportunos y lleguen a los consensos pertinentes.

La voluntad de dar esos debates, a tenor de los discursos de los principales partidos, existe. Otra cosa es si hay mimbres para llegar a consensos. Aquí es donde el toma y daca de ayer deja algunas interrogantes preocupantes, en especial con un lehendakari, Imanol Pradales, y un PNV que encararon el pleno a la defensiva, tratando de acaparar la sesión con un golpe de efecto –habrá tiempo para analizar la propuesta sobre el cupo energético– e intentando encasillar a EH Bildu en un lugar desde el cual luego es difícil alcanzar consensos.

No es la mejor forma de encarar un debate importante, pero es que tampoco es la manera más inteligente de posicionarse en él, porque para arremeter contra las propuestas de EH Bildu a favor de fortalecer la iniciativa pública, Pradales y el PNV echaron mano del manual neoliberal que interpreta cualquier intervención pública en la economía como un atentado contra la libertad. Es un discurso caduco que la realidad ha defenestrado de forma demoledora, porque es el fracaso estruendoso del neoliberalismo el que nos ha traído a esta encrucijada. Arremeter contra el intervencionismo –al que se han entregado ya desde antiguas mecas neoliberales como Londres y Bruselas, pasando por Washington, París y hasta Berlín– es situarse fuera de la época, al margen de la contemporaneidad. Una garantía de fracaso. El debate no es si las administraciones públicas deben intervenir en la economía o no, porque siempre lo han hecho. Por ejemplo, cada vez que han desmantelado sectores y empresas públicas para dejarlas en manos de corporaciones privadas. El debate es en qué dirección hay que intervenir, con qué palancas y con qué fuerza, para alcanzar una visión de país de cuya ausencia ayer el PNV y el lehendakari hicieron gala de forma preocupante.

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