La sociedad civil puede marcar algunos debates colectivos
Los sistemas públicos de salud, educación y asistencia en los diferentes territorios de Euskal Herria se han ido desarrollando según dinámicas e inercias propias. La crisis del coronavirus está poniendo encima de la mesa que requieren de una perspectiva común, de estrategias combinadas y de una colaboración más estrecha. Lo formulaba de manera muy clara la rectora de la UPV-EHU, Nekane Balluerka, en una entrevista esta semana en la que, además de defender el valor de los test diseñados por un grupo de investigadores vascos, señalaba que esta crisis ha demostrado la necesidad de ahondar en la vinculación entre la universidad pública y el sistema de salud.
En su reflexión Balluerka va más allá. «Tenemos que plantearnos muchas cosas en nuestro modelo económico, en nuestra organización social, en nuestro sistema de valores y otras muchas áreas (…) y la universidad puede hacer una aportación importante», resume la rectora. La universidad es parte importante de la sociedad civil, debe ser capaz de mirar más allá y producir conocimiento tanto humanístico como tecnocientífico al servicio de la sociedad vasca. No cabe idealizar esta institución, anquilosada, bastante clánica y clientelar como el sistema en el que se desarrolla. Pero es un contrapunto a otros poderes e intereses más perversos.
No admitir excusas es un buen comienzo
En este mismo contexto, un amplio grupo de docentes, investigadores e investigadoras de la UPV-EHU hicieron ayer pública una declaración solicitando al Gobierno de Lakua la realización de test masivos. Entre los firmantes hay figuras relevantes del ámbito médico y sanitario, así como catedráticos de diferentes disciplinas e incluso el exrector Pello Salaburu, muy activo en medios y redes exigiendo explicaciones por la demora en los test.
En su escrito celebran que esta red científica haya logrado poner a punto en tiempo récord un test PCR para la detección de Covid-19 que permitiría aumentar considerablemente el número de pruebas, siguiendo la recomendación de la OMS. Solicitan a Lakua que explique los criterios que está aplicando para no realizar test masivos aprovechando esta iniciativa y por qué no pone a su disposición todos los recursos y laboratorios.
Precisamente, la consejera de Salud, Nekane Murga, anunciaba ayer que todos los centros privados de diagnóstico clínico quedan a disposición del Departamento. Llega once días después de que Madrid hiciera lo mismo vía decreto. Llega después de que la sociedad civil, confinada pero activa, les presione a fondo.
Cuidado de los mayores, y de los menores
En el terreno asistencial, el Ararteko defendió ayer en una entrevista en Radio Euskadi que la tragedia que se ha vivido en las residencias de mayores, donde centenares de personas han muerto por el coronavirus, debe servir para reformular el sistema y devolverlo a la esfera del servicio público. La crisis ha destapado que se ha perdido el control de esos centros y que la falta de protocolos del principio o su incumplimiento posterior han provocado un contagio terrible en uno de los sitios que más se tenían que proteger. Esta semana moría otro trabajador en una residencia de Gasteiz.
Tal y como ha señalado el profesor de la Universidad de Deusto Felix Arrieta, el sistema de servicios sociales se ha desarrollado en modelos diferentes según los territorios. También hay serias diferencias según la problemática a la que atiendan. El cuidado de los mayores es uno, pero en el lado opuesto de la pirámide poblacional surge con fuerza el problema de la conciliación. Por supuesto, en todos estos terrenos se debe contemplar el factor género y la desventaja estructural de las mujeres.
Hoy en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa se abrirán parcialmente las puertas de las casas para que los menores salgan a la calle bajo ciertas condiciones. Será una libertad vigilada y tasada. Adquieren una gran responsabilidad, pero con una autonomía muy limitada, condicionada por las normas y las proyecciones de sus progenitores. Uno de los puntos socialmente relevantes es que por ahora los niños y las niñas no van a poder coincidir con sus cuidadores habituales: amonas, amatxis, amamas, aitonas, abuelos y abuelas que, por estar en grupos de riesgo, deben ser rigurosos en la clausura.
Se empieza a programar la desescalada y urge buscar soluciones colectivas. La «normalidad» no debería ser coordinar las pistas de un circo particular marcado por la clase, la etnia y el género. La ambición de la sociedad vasca no puede ser retomar sus problemas de siempre.