Normalizar las «fake news» es fatal

La etiqueta fake news se ha convertido en un fake en sí mismo: se usa de modo tan ambiguo y a la vez tan hipócrita que uno de sus mayores generadores a nivel global, Donald Trump, puede travestirse de víctima. A falta de un consenso y un combate riguroso contra esa lacra, a quien quiera un ejemplo patente de lo que sin duda alguna y para cualquiera es una noticia falsa le basta con acudir a la sentencia del Juzgado de lo Penal de Madrid que absuelve al tertuliano Eduardo Inda de la querella de GARA.

En pleno primer time de una televisión estatal, Inda no tuvo recato alguno en afirmar que «según el Tribunal Supremo Euskal Herritarrok y GARA son ETA». La inclusión de la alusión al Alto Tribunal español solo ponía la guinda a lo que era una falacia de principio a fin. Al Juzgado de lo Penal de Madrid obviamente no le ha quedado más remedio que remarcar la realidad «evidente» de que «GARA y ETA son claramente diferentes», pero lo ha hecho negando a continuación que constituyera una calumnia, sino una mera «opinión» basada en «simplificación». La sentencia crea otro estadio en el despropósito, porque lo grave, en consecuencia, no es ya la fake news, sino el aval judicial.

Sería fácil para este periódico limitarse a deducir de ello que los tribunales de Madrid (tanto el de lo Penal como la Audiencia Provincial que ha rechazado el recurso) son tan adversos a GARA como Inda. Pero es necesario dar un paso más allá y ampliar el foco de la cuestión, del problema. En estas mismas páginas se recogen hoy los resultados de la encuesta de Lehendakaritza sobre los medios de comunicación convencionales y digitales, y algunas conclusiones son francamente inquietantes: el 35% no considera un problema grave o de consideración la difusión de informaciones falsas y un 19% llega a defender que no haya ningún tipo de control sobre ellas en la red (junto con la televisión el medio en que más proliferan según el mismo estudio). No distinguir verdad y mentira es letal para los valores de cualquier sociedad que se precie y solo puede crear un sucedáneo de sistema, una democracia fake.

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