Nulo compromiso del capital multinacional

Siemens Gamesa ha decidido cerrar su planta de Agoitz. Con la liquidación de la fábrica se perderán 239 puestos de trabajo en una comarca con un alto índice de desempleo y que ya sufre una importante pérdida de población. Las justificaciones que ha dado la multinacional no tienen relación ni con la situación de la empresa –es una de las compañías líder en el mercado mundial de aerogeneradores–, ni con la coyuntura económica –no está especialmente afectada por la pandemia–, ni con la estrategia desarrollada en la planta –ha duplicado la producción y ha creado 150 puestos de trabajo en los últimos dos años–. ¿Cómo es posible que una multinacional con más de 24.000 puestos de trabajo esté estratégicamente afectada por una minúscula planta en la que apenas trabaja el 1% de la plantilla? En este cierre no hay razones, solamente hay excusas.

Al parecer, la decisión se debe a la exigencia del consejo de administración de la matriz alemana de aumentar todavía más los beneficios, pero no para realizar nuevas inversiones –como suelen predicar los apóstoles del capitalismo–, sino para repartir mayores dividendos entre los accionistas. Con esta decisión vuelven a subrayar que no existe nada más allá de la cuenta de resultados; los puestos de trabajo, la producción o el territorio con su tejido productivo son accesorios para las grandes multinacionales. No existe ningún motivo económico o social que perturbe sus estrechos intereses corporativos. Una conclusión a no olvidar en el futuro, porque las inversiones foráneas se seguirán vendiendo como si fueran la panacea, cuando en realidad convierten al país en objeto de explotación.

Para que esto no vuelva a suceder y las inversiones extranjeras puedan llegar a ser fuente de beneficio mutuo, desde instancias políticas, y sobre todo institucionales, habrá que olvidarse de dar facilidades y empezar a exigir a las multinacionales compromisos políticos con el territorio, claros y públicos. Empezando por Siemens.

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