Osasuna, raíces rojas que florecen 100 años después

Altibajos particulares al margen, el momento que vive el fútbol vasco de algunos años a esta parte es espectacular. Ya casi se da por normal tener a cinco equipos en la primera división masculina, cuando es un pequeño milagro cotidiano. En el fútbol femenino, pese a todos los obstáculos, se ha logrado dar grandes pasos en el camino de la profesionalización y la visibilidad social. Queda mucho por hacer, pero no es poco lo que se ha avanzado gracias a la lucha de las jugadoras vascas, entre otras.

Esta temporada son dos los clubes que alcanzarán su centenario. El Alavés lo hará el próximo 23 de enero, según la cuenta atrás puesta en marcha ayer por el club gasteiztarra. Antes, hoy mismo, es el turno del Osasuna, que jugará exactamente un siglo después de su primer partido. Lo hará en un Sadar en pleno proceso de renovación, en un derbi frente al Athletic y con una masa social creciente pese a las dificultades de la pandemia. No es poco.

Este aniversario llega además en pleno proceso de recuperación de una memoria rescatada en los últimos años palmo a palmo, y cuneta a cuneta, tras décadas de olvido impuesto por el miedo y la represión franquista. Este despertar viene de la mano de los cambios políticos y sociales desarrollados en el herrialde durante la última década. No es casualidad, las raíces estaban echadas en ambos escenarios; solo era necesaria savia nueva que empujase este florecimiento. Mañana un amplio reportaje en ZAZPIKA recupera esa historia, porque el origen de Osasuna sigue siendo desconocido para buena parte de la sociedad vasca. De ahí la importancia de recuperar la memoria de nombres como los de Eladio Zilbeti, Natalio Cayuela, Fortunato Agirre y otros tantos impulsores del club, abertzales y republicanos, que fueron fusilados por el franquismo tan pronto como el general Emilio Mola se adueñó de Nafarroa. Todos ellos se emocionarían hoy al ver a Oier Sanjurjo con el brazalete de capitán.

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