Otro aviso sobre las fallas del país y la necesidad de dar debates ecologistas y ecológicos

Diferentes organismos y personas expertas en varias áreas del conocimiento científico y de la gestión de sistemas energéticos han expuesto estos días las hipótesis principales que se manejan para explicar el apagón masivo que afectó a toda la península el pasado lunes. Lo han hecho de forma clara y pedagógica, algo de agradecer. Las personas que han hecho el esfuerzo de escuchar y leer a esas voces expertas tienen más conocimiento del que tenían hace menos de una semana.

La prudencia es una de los valores que comparten todas esas personas y entidades. La complejidad de esos sistemas es otro de los puntos en común a la hora de explicar lo sucedido. Son dos lecciones valiosas en sí mismas, que dan pistas sobre por qué no hay que fiarse de aventados y de simplistas.
 
Otro punto de confluencia es el contexto de emergencia climática y la necesidad de hacer una transición energética ordenada. No están de acuerdo sobre qué significa esto último, pero coinciden en la importancia de que haya un debate público y una planificación política basadas en criterios tecnocientíficos y que respondan al interés general.

Porque esa es otra de las cosas que aparecen en todas las explicaciones: la contradicción entre el interés general y los intereses privados que rigen el mercado de la energía, que está dominado por un oligopolio.

Los mismos que no querían pagar impuestos por sus ingresos extraordinarios entienden las inversiones como gasto que limita esos beneficios. Luego, no quieren asumir responsabilidades. Este afán usurero no solo lo denuncian los expertos; lo reivindican los ejecutivos de esas empresas, sin tapujos.

En ese sentido, la mayoría de las voces expertas han señalado que los intereses corporativos apenas se ocultan tras las hipótesis en liza. El caso más obsceno es el intento de culpabilizar del apagón a las energías renovables y de defender la nuclear, aduciendo para colmo valores como la seguridad.

Valores relevantes en este y en todo contexto

Precisamente, en un apagón es fácil entender los problemas que generan la falta de autonomía, de soberanía e incluso de independencia. Básicamente, no tener autonomía significa no tener energía suficiente; la falta de soberanía supone no poder abastecerse de lo que una organización, una comunidad o un cuerpo necesita para funcionar; todo lo cual implica una impotencia y una dependencia.
 
Además de características de la generación y gestión energética –y de sus respectivos significados políticos–, esas palabras hacen referencia a valores generales. Como todo valor, se entienden en relación a su cumplimiento o escasez y se miden en grados.

Hay que añadir al análisis valores centrales a la ecología como la interdependencia, la adaptación y la evolución de los ecosistemas o la diversidad, entre otros. Es un buen momento, ahora que hay interés.

Un debate sereno, sensato, radical y honesto

Debido a la coerción estatal, las estructuras sociales y políticas vascas señalan con razón las limitaciones reales que se les imponen. No obstante, eventos como el apagón evidencian que algunos desarrollos endógenos no se han realizado por falta de planificación o subordinación voluntaria a otros intereses.

En su entrevista hoy en GARA, Aritz Otxandiano analiza algunos de esos problemas, desde los desequilibrios entre territorios y de poder hasta la necesidad de participación democrática y justicia. La transición energética es un deber ecologista y su debate se debería dar en base a valores ecológicos y sostenibles: con prudencia, rigor, respeto a la diversidad, libertad y en favor del interés general. Bastante chantaje hay ya por parte de algunos intereses privados.

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